Crónica de un voluntario para la vacuna contra el Covid-19
Por Diego Gonzalo Diaz - diegogonzalodiaz@gmail.com.- La solidaridad en tiempos de pandemia está sobrevaluada. Lo que en un principio parecía un cambio social que llegaba para quedarse, con el correr de los meses de encierro se fue difuminando como el rocío nocturno apenas salido el sol del día.
Uno de los ejemplos de aquel espíritu de los primeros meses fue la cantidad de voluntarios que sobrepasaron las expectativas de los primeros 4500 pacientes estudiados, que dieron paso a la segunda camada del estudio donde esta crónica comienza.
Tras el llamado inicial, las consultas de rigor y la primera orientación sobre los pasos a seguir y las preguntas de rigor, me vi subido a un Cabify ingresando por la puerta lateral al Hospital Militar Central, donde me recibió la primera garita de seguridad. Llamaron la atención de mis sentidos lo inhóspito y apartado de aquel acceso en contraposición al hiper transitado acceso principal de la avenida Luis María Campos.
De allí a una especie de barraca que se encuentra en la parte de atrás del Hospital donde piden mis primeros datos, me entregan la bolsa con termómetro, barbijos, alcohol en gel y un refrigerio para comer cuando los profesionales lo permitan, y la llegada a una suerte de tabique de madera donde me espera una doctora con la que recorreré todos los datos del estudio durante una hora y media. No se pueden sacar fotos ni documentar con ningún dispositivo nuestra instancia el lugar, el secreto sobrevolará todo el tiempo de estancia en el lugar.
Firma de conformidad con el estudio, pesaje, medición y extracción de sangre me separaron de la segunda etapa del estudio. Tras esta primera atención, donde la calidez humana hacía una fuerte contraposición con la sordidez del lugar, esperamos que se engrose el grupo de personas para emprender el viaje a pie hasta el quinto piso del Hospital propiamente dicho.
Tras tres escaleras mecánicas (raro en un hospital de esta antigüedad) llegamos a la sala de espera, lugar donde nos cuentan la nueva etapa: hisopado, instalación de la app de seguimiento clínico e inoculación de la primera dosis de la vacuna o la primera dosis del placebo, probabilidades cincuenta y cincuenta.
El estudio con el adminículo ingresando a la nariz no es tan malo como su publicidad a priori, la molestia toma forma de un picor nasal que dura los 8 a 10 segundos que le toma al hisopo entrar y salir. De allí, tras 50 metros de un largo pasillo, te asignan el box para la aplicación. La parte final del estudio.
La larga espera en una suerte de box personal donde se hará la aplicación de vacuna o placebo es amenizada por la instalación, explicación y primera prueba de la app que deberá llenarse cada 7 días con los síntomas de la semana. Las emergencias van por otro canal, un número de celular atendido por el médico a cargo del estudio del laboratorio Pfizer.
La aplicación llega de la mano de una enfermera que te solicita amablemente que le des la espalda a la aplicación y solicita (no tan amablemente) a la persona que uno tiene del otro lado del pasillo que mire la pared y no vea lo que ella hace. La vehemencia en el pedido, la insistencia y la forma fueron los puntos más bajos de la visita al lugar, en el cual todos se esforzaban por ser amables y tratar de que la consulta le ganara a la orden.
Tras la aplicación y la ventana de media hora a cargo de médicos, te brindan las últimas instrucciones y te informan que a los 21 días de la primera aplicación se debe retornar al Hospital Militar para la segunda dosis. Quien recibió vacuna, recibirá vacuna; quien recibió placebo, recibirá placebo.
Como paradoja del destino, la salida del Hospital en Cabify (ambos viajes a cargo del estudio) es por la puerta principal del lugar. Y el seguimiento vuelve a quedar a cargo del responsable del estudio que te refuerza la información de las 6 visitas futuras en los próximos dos años y nuevamente la aclaración que el estudio se puede abandonar en cualquier momento.
El afuera te recibe con sensaciones ambiguas, por un lado los que felicitan tu actitud y tus ganas de ayudar a encontrar la bendita vacuna del Covid-19, mientras que otros te interrogan sobre la necesidad de exponerse a semejante estudio. Casi un reflejo de la Argentina de hoy.