Por María Eugenia Suárez
La última vez que Verónica Camargo vio a Chiara le dio un
abrazo fuerte. La acompañó hasta la puerta de su casa, en Rufino, y la
despidió. No la dejaba andar sola de noche y por eso ese día, como otros, había
organizado con la mamá de una compañera que la pasaría a buscar para llevarla a
lo de una amiga. Cuando horas más tardes le avisaron que la adolescente había
desaparecido no podía entender que su hija estuviera sola en la medianoche. A
seis años del femicidio de Chiara Páez, El Teclado conversó con su mamá. La
mujer, que hoy está alejada del Movimiento Ni Una Menos, destacó la primera
convocatoria, pero se distanció de las posteriores por estar en contra de la
consigna a favor del aborto legal, seguro y gratuito. Además, relató cómo son
sus días, la fortaleza que construyó desde la fe y el acompañamiento en el
dolor que encontró en otras madres de víctimas de violencia de género.
Hoy Chiara tendría 20 años. Cuando el 10 de mayo de 2015 su novio de 16, Manuel Mansilla, la golpeó hasta matarla recién había cumplido 14. “Todavía era muy chiquita y si bien Mansilla venía a casa yo la veía muy chica”, dijo Verónica al recordar a su hija y su femicida de quien dice que no le cerraba su forma de ser. “No sé qué no me gustaba, cuando iba a casa no hablaba, solo hablaba con Chiari. No era discriminación porque yo trabajo con chicos con situaciones conflictivas, pero con él sentía un rechazo inexplicable”, contó la mujer a este portal.
La noche en que la vio por última vez dice que el abrazo que
le dio le quedó muy presente porque previamente habían estado hablando sobre la
continuidad del embarazo de Chiara. “Si bien era muy natural entre nosotras
abrazarnos porque ella era muy cariñosa, muy mimosa, de darme besos a cada rato,
decirme mamá te quiero; ese día fue más significativo porque estábamos
vivenciando el tema de continuar con el embarazo”, recordó la mujer y añadió:
“Había hablado y le dije: ´hoy disfrutá como si nada pasara y el lunes cuando
vayamos al médico y veamos que está todo bien le contas a quien quieras’”.
“Yo la iba a acompañar. Por supuesto que no esperaba que
ella con 14 años fuera mamá, pero había pasado y yo tenía que pensar qué era lo
mejor para ella. Sabía que el aborto no iba a ser bueno para Chiari. En el
momento quizá podía ser la solución, pero sabía que le iba a afectar mucho
psicológicamente y no lo iba a poder soportar. Yo tenía que pensar en la
continuidad de Chiari y no en el qué dirán”, añadió la mujer.
[NI UNA MENOS]
Cuando se confirmó el hallazgo del cuerpo de Chiara sin
vida, un grupo de periodistas capitalinas convocaron vía redes sociales la
primera movilización nacional en contra de la violencia machista. Con la
consigna Ni Una Menos, aquel el 3 de junio pasó a la historia.
“No tengo más que palabras de agradecimiento a ese primer colectivo de mujeres, a ese grupo de periodistas que tomaron el caso de Chiara y organizaron la marcha”, señaló Verónica que viajó a la Ciudad de Buenos Aires, encabezó la movilización y acompañó la lectura de un documento junto a otros familiares de víctimas de violencia de género. “Fui muy mimada y contenida en ese día, en el Congreso, porque todo era muy reciente, no había pasado un mes (del femicidio), no estaba acostumbrada a esa exposición y todo era difícil. Estoy muy agradecida con ese grupo de periodistas”, resaltó.
Sin embargo, nunca más volvió a participar de las movilizaciones de Ni Una Menos. “En 2016 a Ni Una Menos lo tomó otro colectivo y con ese colectivo nunca tuve contacto y creo que no recuerdan por qué surgió el movimiento”, señaló la mujer y detalló que su posición frente al aborto la separó de la organización. “Más allá de mi pensamiento Pro Vida, más allá que no esté a favor del aborto, creo que si un movimiento surge por algo debería haber continuado por esa vía. Hoy parece que el aborto fuera la única consigna y Ni Una Menos no surgió con ese objetivo”, resaltó y agregó: “Es una pena porque nos excluyeron, quedamos muchas mujeres afuera porque no coincidimos en algunas consignas cuando todas luchamos contra la violencia hacia las mujeres. Soy una mujer que reclama, independientemente del color de pañuelo que use”.
"Nos excluyeron, quedamos muchas mujeres afuera porque no coincidimos en algunas consignas cuando todas luchamos contra la violencia hacia las mujeres
Verónica, explicó que además no está de acuerdo en que se
demande “por hechos de violencia con violencia” y apuntó contra los grupos que
en las movilizaciones llaman a “quemar catedrales, comisarías, fiscalías”. “No
lo hice por mi hija, e incluso se lo pedí a la comunidad porque acá (en Rufino)
la gente estaba muy exaltada y les dije que reclamáramos justicia por Chiari
por el camino de la paz, el diálogo, el respeto hacia el otro. Si hacíamos eso
nos transformábamos en personas similares a los asesinos de Chiari”.
La hermana mayor de Chiara se llama Romina, tiene 24 años y
militó el Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Por eso
Verónica destaca que pese a diferenciarse en su posición frente al tema han
encontrado puntos en los que acuerdan. “No participo de Ni Una Menos, pero sigo
convocando por el tema que nos une a todos: la violencia contra la mujer. Y de
hecho trabajamos con las chicas del movimiento verde porque llegamos al acuerdo
de avanzar en lo que nos une y no centrarnos en las diferencias”, agregó.
[LA VIDA DESPUÉS DEL FEMICIDIO DE UNA HIJA]
Verónica siempre fue muy religiosa y tras el femicidio de su
hija dice que la fe en Dios la salvó. “La religión me ayudó a mantenerme
fuerte, tener paz, tranquilidad, más allá del dolor. Sé que a Chiari la tengo
de otra manera porque lo que pasó no lo puedo cambiar, pero tuve que salir
adelante no sólo para reclamar justicia, sino por Romi, mi otra hija, para
quien no quiero ser una carga. No era bueno ni justo para ella que yo me
encerrara en una habitación a llorar”, señaló.
Si bien siempre estuvo involucrada con lo social participando de distintas actividades solidarias, después del femicidio de Chiara se abocó puntualmente a la lucha contra la violencia de género y en el movimiento por la vida. “Estamos en un grupo de formación que se llama Vidas Libres de Violencia que, si bien trabaja en la prevención de todas las violencias hace especial hincapié en la violencia contra la mujer”, contó Verónica.
Con la muerte de su hija no sólo encontró un espacio de
contención en la Iglesia, sino también en un grupo de madres que como ella
sufrieron la misma pérdida. “Tenemos un grupito de WhatsApp con algunas mamás
de víctimas de violencia de género donde nos acompañamos y nos damos fuerza”,
contó y detalló que está en contacto con Adriana Belmonte, la mamá de Lola
Chomnalez; con Jimena Aduriz, mamá de Ángeles Rawson; con Marta Montero, mamá
de Lucía Pérez; Karina Lopinto, mamá de Daiana García y hasta su fallecimiento
con Gladys Steffani, madre de María José Coni. Además, por afuera de ese grupo
está en comunicación con Carola Labrador, mamá de Candela Sol Rodríguez; con
Patricia Nasuti, mamá de Úrsula Bahillo y con Graciela Sosa, mamá de Fernando
Báez Sosa.
Entre tanto dolor, Verónica abraza la esperanza que la
justicia castigue al asesino de su hija, Manuel Mansilla, quien si bien está
detenido aún no tiene sentencia firme. En primera instancia lo condenaron a 21
años y seis meses de prisión, pero hace tres años la defensa apeló el fallo y
el máximo tribunal de Santa Fe aún no se expidió.
“Teníamos una vida para compartir juntas. A Chiari le
gustaba sacarse fotos y hoy agradezco un montón porque tengo esas imágenes para
reencontrarme con ella”, señaló sobre el final Verónica Camargo. [El Teclado]