Por María Eugenia Suárez
“Yo nena, yo princesa”,
dijo Manuel cuando su madre lo descubrió en el placard jugando con sus vestidos.
La frase es el título del primer libro de Gabriela Mansilla, la madre de Luana,
la primera niña trans del mundo a la que se le permitió rectificar su DNI de
acuerdo a su autopercepción de género sin que mediaran acciones judiciales. En
La Plata, en el marco del estreno de su versión cinematográfica, la delegación
del Instituto Nacional Contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo
(INADI) organizó un conversatorio con familias de niñeces trans en el que
plantearon los alcances positivos de la película, las dificultades que
atraviesa un niño o niña trans y la necesidad de que los marcos normativos y
sus procesos de ejecución se adecuen a la diversidad.
“Yo nena, yo princesa:
Luana, la niña que eligió su propio nombre”, publicado en 2014 por la editorial
de la Universidad Nacional General Sarmiento (UNGS) narra la historia de
Gabriela Mansilla y de su hija Luana y el largo camino de obstáculos que
debieron atravesar para que a la niña le sea reconocida su identidad
autopercibida.
El jueves pasado se estrenó la adaptación cinematográfica del libro de Mansilla
dirigida por Federico Palazzo y protagonizada por Eleonora Wexler,
Juan Palomino, Isabella G. C. y Valentino Vena. En ese marco, en La
Plata, representantes de la delegación del Inadi presentaron la película con un
conversatorio del que participaron referentes de distintas instituciones y
familias de niñeces trans.
“Fue un encuentro significativo, muy emocional”, señaló a El Teclado Karina Vitaller, delegada del INADI y promotora del encuentro. “Le plantee al dueño del cine que el lugar podía ser más que una propuesta comercial e implicarse en las problemáticas sociales y en que esto de verdad era algo necesario. Luego me escribió que estaba orgulloso de haber sido parte del modo que él podía”, contó.
Si bien la idea era que
al conservatorio se sumara Gabriela Mansilla y algún integrante del equipo actoral,
la simultaneidad del estreno lo hizo imposible. “Era importante, pero también pensé
en que las protagonistas son las familias. La historia de Luana viene a
ilustrar la historia de muchas Luanas”, indicó Vitaller.
Y añadió: “Esta
película nos abre un montón de preguntas. Que se vuelva una película comercial
permite que tome vuelo y que un montón de personas empiecen a registrar que hay
otras identidades, otras experiencias de vida. Pasó con la película XXY que
ayudó mucho para hablar de identidades intersexuales”.
Durante el encuentro, además de la trama de la película, se conversó sobre la necesidad de visibilizar las identidades en general. “La visibilidad aporta para que las personas puedan ampliar el registro de lo posible”, señaló Vitaller.
La licenciada en Comunicación Social organizó el conversatorio junto a María Laura Eduardo, coordinadora de Crianzas Disidentes y mamá de Quimey Ramos, docente, artista y activista trans. “María Laura es mi excuñada. Experimenté el haber sido tía de una niña trans y no poder ver en ese momento la diferencia entre un niñe gay y un niñe trans. Aprendí mucho de la experiencia con su hija Quimey”, relató la mujer y agregó que la invitó para que convocara a familias con niñeces trans. “Varias madres me esperaron para decirme que tenían un hijo trans, una hija trans, y no estaban participando de ningún espacio. Construir redes me parece maravilloso. Hay muchas cosas que se facilitan en diálogo con otras familias”, explicó.
En el encuentro se manifestó que las problemáticas narradas en el libro y en la película persisten. No sólo es difícil la aceptación familiar, es dificultoso acceder al DNI y el desarrollo de trámites con una identidad distinta a la autopercibida. “Lamentablemente sigue pasando. No es la mayor cantidad casos, pero pasa. Y también es un problema en el ámbito escolar, en el sistema de salud, en la administración pública porque validan como legítima la información del documento y no la propia enunciación de los niños”, señaló Vitaller.
Para la licencia “ahí
hay otra discusión que tiene que ver con el niñe como sujeto de la ley, que
tiene que ver con la ley de protección de los derechos del niño”. En ese
sentido, indicó que “las niñeces siguen siendo acalladas. La voz del adulto, el
adultocentrismo, sigue siendo la forma que determina lo que está bien, lo que
está mal, lo que tiene que hacer o no un niño. Las niñeces siguen siendo
narradas por los adultos y se juega más profundo en temáticas que tiene que ver
con la identidad, la sexualidad y la expresión del género”.
Si bien en nuestro país rige la Ley de Identidad de Género, que prevé un mecanismo en el caso de menores de 14 años, en muchos casos el problema es su implementación. “Los marcos normativos que tenemos deberían alcanzar para atender estas realidades. El Estado puede determinar un montón de leyes, pero las personas que después se hacen cargo de la ejecución siguen atravesando su mirada moral sobre la ley”, señaló la mujer y planteó la necesidad de revisar normativas como la de Educación Sexual Integral (ESI) que, si bien considera “fundamental”, evaluó que es necesario que no sea binaria. “No va de la mano de la política pública que acaba de habilitar un DNI no binario. Seguimos teniendo baño de nenes y baños de nena, hay un montón de cuestiones materiales que nos responden a lo simbólico”, agregó.
"Que se vuelva una película comercial permite que tome vuelo y que un montón de personas empiecen a registrar que hay otras identidades, otras experiencias de vida"
Vitaller consideró que
se “deberían acelerarse los canales legales para que las infancias no tengan
que judicializar sus identidades y que existan otros canales además de las
familias” y explicó que en el caso de Luana tuvo una mamá que la acompañó, pero
resaltó que “no es real que todas las niñeces tengan esa contención familiar”. “A
veces las familias no es el mejor lugar para les niñes porque hay niñeces
maltratadas, violentadas y negadas”, añadió.
Sobre el final, la licenciada manifestó que si bien “se ha avanzado mucho”, destacó que falta mucho en la concientización de las personas. “Hay que sacar el velo heteronormado, ampliar los horizontes de nuestra mirada y reconocer que hay un mundo distinto, que no es el de la tele. Cualquier persona se sentiría un extraterrestre si no logra verse en ningún lado”, completó. [El Teclado]