-Al principio de la
pandemia se hablaba de la posibilidad de un antes y un después, de poder salir
mejores de todo esto... ¿Qué pensaba antes y qué piensa ahora?
-Claramente estamos peor. Hay nerviosismo y ansiedad por todas partes, y en
general la clase media está obsesionada por recuperar el tiempo perdido con
viajes y proyectos personales. Se acentúa la tendencia de acusar a los pobres
de los males del país con apelativos como "planeros",
"choripaneros", "grasas", y ha crecido la idea de que lo
único que cuenta es la "libertad", pero entendida de un modo
marcadamente individualista. Todo esto para mí no constituye un avance de la
humanidad desde el punto de vista cultural y social.
-Más allá de
indicadores del INDEC, ¿se acentuó la pobreza en los barrios? ¿Cómo se ve y
vive ese asunto por fuera de las planillas de excell, por fuera de los papeles
que indican que la indigencia aumenta?
-Si bien en los últimos meses hubo cierta reactivación que frenó en parte
el crecimiento de la pobreza, las consecuencias de la pandemia siguen estando a
flor de piel y la calidad de vida de los sectores más empobrecidos ha
disminuido drásticamente. Claro que esto va más allá de los indicadores que
usualmente se tienen en cuenta, porque hoy se agregan otras formas de deterioro
que pocos analistas están considerando.
- ¿Cómo cree que ha
actuado la política en general en esta pandemia, teniendo en cuenta que la
grieta parece cada vez más profunda?
-Hay una batalla cultural e ideológica muy intensa, aunque superficial, que
ahonda la grieta. El problema es que épocas tan críticas como esta exigen otra
cosa: enfocarse en resolver las angustias urgentes de las mayorías.
- ¿Y el papel del
Gobierno? ¿Hizo lo que podía, más de lo que podía o podría haber hecho mucho
más?
-En la primera parte de la pandemia creo que hizo lo que podía teniendo en
cuenta que nadie sabía realmente dónde estábamos parados. Actualmente uno puede
mirar los indicadores de vacunación de América latina, por ejemplo, y estamos
entre los mejores países. Pero luego el gobierno no llegó a ver hasta qué punto
se estaban agravando las condiciones no sanitarias de la población, y la vida
concreta de las familias empezó a sufrir las peores consecuencias de la
pandemia desde el punto de vista económico, educativo, laboral, hasta un punto
que se volvía insoportable. Allí evidentemente el gobierno se distrajo con
temas que eran para otros momentos.
-¿Y la Iglesia? ¿Hizo
lo que podía, más de lo que podía o podría haber hecho más?
-La Iglesia hizo mucho, tanto en asistencia alimentaria como acompañando
diversas iniciativas de los gobiernos y de la sociedad civil. Yo agradezco
enormemente la entrega de muchas personas que se arremangaron. Pero sin duda,
mirando para atrás, podríamos haber hecho mucho más, sobre todo ayudando a
visibilizar situaciones que no estaban siendo adecuadamente consideradas.
-¿Se sintió
acompañada la Iglesia?
-Los gobiernos de diversos signos políticos nos ayudaron.
-En estos días, un
sector de la Izquierda pidió en la puerta de la Catedral por la separación de
la Iglesia del Estado... ¿Qué opina de este tema?
-La izquierda local también se entretiene con banderas de 60 años atrás y
no comprendo por qué gastan tantas energías en la Iglesia cuando hay tanto por
hacer en materia social. La Iglesia ya no es la de los años 70 y ese
anticatolicismo ya no se ve ni en Cuba, ni siquiera en China.
-Los abusos en la
Iglesia es un tema muy candente también.
-Si te fijás en La Plata, yo estoy aquí hace sólo tres años y en este
tiempo un cura lleva un año en prisión preventiva, otro se suicidó cuando le
dictaron prisión y a otro lo expulsé yo. Nadie puede mostrar nada que indique
que haya impedido actuar a la justicia y si la justicia tiene pruebas irá preso
quien deba estarlo. Los obispos estamos renunciando a la asignación que nos
pagaba el Estado, yo hace rato que renuncié y personalmente no recibo un peso
del Estado. Entiendo que en el fondo cuando hablan de separación Iglesia-Estado
se refieren a eliminar la educación privada, pero eso en la práctica no es ni
posible ni conveniente porque aumentaría enormemente el gasto público y el
Estado no está en condiciones de afrontar semejante cosa.
-Le pregunto por el
vacunatorio VIP, por la foto de Olivos... ¿Qué le pasó cuando vio y/o se enteró
de todo eso?
-Mucha pena, una gran pena, porque un descuido así inevitablemente aumenta
la desconfianza y el descreimiento.
- ¿Hacia dónde va el
país? Si lo llama por teléfono una encuestadora y le pregunta por cómo cree que
vamos a estar en 2022, qué responde: ¿mejor, peor, igual?
-Supongo que habrá alguna reactivación por rebote. Pero en cuanto a cambios
estructurales importantes la veo negra. En todos los partidos la campaña para
las elecciones ha aportado poco, fuera de slogans y recursos de marketing.
-El Gobierno hizo un
llamado al diálogo... La oposición no quiere saber nada... ¿Sirve el llamado al
diálogo en este momento o hay que esperar un poco?
-Espero que después de las elecciones todos asuman esta necesidad. No se
trata de ponerse de acuerdo en cuestiones ideológicas, pero sí de intentar
resolver al menos algunos problemas que sólo requieren de un poco de
inteligencia, planificación y recursos técnicos.
- ¿Cómo sale usted de
la pandemia? ¿Cómo la atravesó en lo personal?
-Como todos, pero se agrega que estoy por cumplir 60 años y uno se pregunta
con más seriedad cuál es el sentido de su vida y para qué quiero sobrevivir esta
pandemia.
- ¿Le parece bien que
haya elecciones cada dos años? A veces da la sensación que estamos en una
constante campaña...
-Me parece nefasto e insoportable que haya elecciones cada dos años y no
entiendo qué esperan para cambian eso de una buena vez. Con el bajo nivel de
debate y lo poco que aportan estas campañas, sumado a la violencia verbal y al
nerviosismo que suman a la sociedad, es verdaderamente irritante tener
elecciones con tanta frecuencia. [El Teclado]