El ministro del Interior de la Nación cumple un rol fundamental en la contienda electoral. Sin ir más lejos, es quien informa la previa, durante y después de la jornada. Es por esto que justamente Eduardo "Wado" De Pedro salió a hablar anoche después de las 21.00, cuando se dieron a conocer los números de las Generales.
En este marco es que las redes comenzaron a hablar de su manera de hablar. El funcionario, cuyo usuario en Twitter de hecho es @wadodecorrido, no dudó en convertir las críticas en algo provechoso.
"Anoche leí en las redes muchas consultas sobre mi manera de hablar. Les comento que tengo disfluencia (o tartamudez) y todos los días trabajo para mejorar y superarme", escribió el funcionario mercedino, que en el mismo mensaje compartió la página de la Asociación Argentina de Tartamudez (http://aat.org.ar) acompañado al hashtag #Inclusión.
La Asociación Argentina de Tartamudez es una entidad sin fines de lucro, que tiene como objetivo la investigación, el estudio, la prevención y difusión de todo lo relacionado a la tartamudez.
Hace unos meses, en Telefe Noticias, el ministro contó que "la dificultad en el habla me generó una empatía con todas las personas que tienen alguna dificultad, algún problema", y narró que "también tenés estudios que demuestran que son consecuencia de traumas emocionales. Esos traumas están en mi infancia. Me costaba pedir helado, comida o tocar el portero a un amigo".
"De adolescente, no ir a hablar con una chica que me gustaba”, agregó emocionado, para luego admitir que “toda la vida cambia a raíz de esta dificultad. Cambia si te hacen bullying en la escuela, si el entorno no te da el tiempo para terminar una frase o una palabra", dijo.
Recordemos que los padres de Wado (y él mismo) fueron víctimas de la Dictadura militar. Su padre, Enrique “Quique” de Pedro, fue asesinado el 11 de noviembre de 1976; y su madre, Lucila Révora, permanece desaparecida. Fue secuestrada cuando estaba embarazada de ocho meses. El ministro nació en un centro clandestino de detención y fue apropiado por el genocida Carlos Mason. Cuando tenía dos años, su familia lo buscó. Y lo encontró.