La joven Ailín tiene 21 años, estudia ingeniería ambiental y trabaja cuidando niños. Se comunica con total fluidez y es dueña de una vida plena como cualquier persona de su edad. Tener hipoacusia le hizo conocer los secretos para afrontar ciertos desafíos que propone la vida, y tiene la intención de transmitirlos para desterrar más de un mito acerca de la situación de las personas con sordera.
Cuando tenía dos meses de vida padeció una meningitis y, tiempo después, su hermana médica advirtió a sus padres que esa enfermedad puede dejar alguna secuela. Allí fue cuando consultaron al servicio de otorrinolaringología del Hospital Garrahan, donde detectaron la pérdida de audición y le colocaron audífonos en ambos oídos.
Los controles continuaron y la pérdida auditiva del oído izquierdo fue tal que requirió un implante coclear. Luego de las evaluaciones necesarias y los tiempos de espera de su cobertura médica, se realizó el procedimiento en ese oído cuando ella tenía cuatro años de edad, manteniendo un audífono en el oído derecho.
María Eugenia Prieto, audióloga del Servicio de Otorrinolaringología del Garrahan, explica que el implante coclear comprende un componente interno –implante– y uno externo –procesador de sonidos–. Este último captura los sonidos, los filtra y los procesa. Transforma los sonidos en datos digitales que serán transmitidos al implante interno. Estos datos digitales son convertidos por el implante en señales eléctricas que envía a un grupo de electrodos que reposan en la cóclea, encargada de transformar los sonidos en mensajes nerviosos y enviarlos al cerebro. Estas señales estimulan el nervio auditivo y permiten al cerebro percibir el sonido.
“Las y los niños que padecen hipoacusias severo-profundas y profundas y que no tengan beneficio con sus audífonos pueden recibir un implante coclear'', agrega Prieto, y explica: “Es necesario cumplir criterios médicos, sociales y psicológicos para que pueda llevarse a cabo el implante”.
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Ailín cuenta en detalle cómo tuvo que adaptarse a las distintas circunstancias siendo una persona con hipoacusia: “Pude ir a un colegio normal, con gente oyente. Aunque tenía la comprensión y ayuda de mis compañeros podía pasar que, por momentos, a alguien se le pase por alto que había una persona que no escuchaba del todo bien en determinadas circunstancias. Las aulas a veces son ambientes ruidosos, por eso me sentaba adelante. Los docentes siempre tuvieron en cuenta mi sordera. Crecí con esto, no conozco otra vida. Nunca me afectó”, reconoce.
“Aún escuchando bien, con el implante y el audífono, es un trabajo de toda la vida. Nunca termina ese proceso de querer escuchar mejor, aunque uno a veces busca una perfección que no existe. Además las tecnologías van cambiando, hay que adaptarse permanentemente e ir a calibrar los equipos cada seis meses”, cuenta.
La tecnología se convirtió en una aliada para Ailín y para muchas personas que atraviesan una situación similar. Actualmente, determinado tipo de audífonos y procesadores cuentan con tecnología bluetooth que permite, mediante una aplicación en el teléfono, reproducir música, hablar o escuchar cada sonido del celular.
Además, en las calibraciones se pueden establecer modos de sonido que permiten configurar programas para cada necesidad. Así, Ailín puede escuchar de una manera cuando habla con una persona sola en un ambiente tranquilo, o de otra forma cuando entra a un concierto, como aquella vez que fue a ver al cantante Camilo con un amigo. Se ubicaron cerca de un parlante y ella, con los ajustes, escuchó perfecto el recital, siendo su compañero el que no la pasó tan bien.
Otra de las aventuras de la vida de la joven fue cuando por un tiempo estudió en el profesorado de educación física. Si bien no tenía limitaciones por tener audífono o implante coclear, el procesador de este último es un dispositivo que se extrae para dormir o bañarse. Para hacer natación los primeros meses se lo sacaba, pero una cosa es estar con amigos de forma recreativa y otra es tener que seguir indicaciones de un profesor. “Al principio estaba incómoda. Pero averigüé y descubrí que la empresa que me provee los equipos tenía un protector para sumergir el procesador. Ahí cambió todo”, celebra.
Durante la cuarentena, Ailín se integró a un grupo de jóvenes de edades y condiciones auditivas similares. “Me encontré con muchas realidades parecidas, pero a su vez diferentes. El entorno influye mucho en el crecimiento con hipoacusia, y yo me apoyé en mi familia. Como punto en común, todas sentíamos que éramos las únicas personas a las que les pasaba esto. Nunca tuve vergüenza pero hubo alguna etapa de mi vida en la que no me ataba el pelo en determinados lugares para que no se noten los equipos. Hoy lo tengo completamente naturalizado”, reconoce.
Y agrega: “Es importante visibilizar, que se sepa que estas cosas existen. Había personas que pensaban que yo usaba auriculares. Hoy eso me causa gracia porque ahora, paradójicamente, escucho música a través de los dispositivos”.
Muchas niñas y niños que atraviesan la misma situación que Ailín posiblemente tienen dificultades mayores. No siempre es fácil la integración en la etapa escolar o crecer con la dinámica que demanda un tratamiento con audífonos o implante coclear. “Hay que tener constancia y ponerle muchas ganas. Enfocarse en querer escuchar mejor, asumirlo sin enojo, adaptarse y tener constancia y disciplina”, sostiene la joven, y resume: “Hay que ponerle onda”.
El Servicio de Otorrinolaringología cuenta con tres audiólogas. Tienen funciones similares: evaluar a la o el paciente, –detectar si requiere o no un audífono–, seleccionar el audífono o el implante, verificar el material antes de que entre a quirófano y después, una vez que esté implantado o tenga el audífono, programación, controles y seguimiento por muchos años.
María Eugenia Prieto conoce a Ailín desde muy pequeña. Refiere al diagnóstico como una hipoacusia neurosensorial severo-profunda en el oído implantado y severa en el que utiliza audífono. Explica que es muy común que, por la meningitis, se produzca una osificación coclear que causa un deterioro auditivo que, en este caso, permitió la colocación de todos los electrodos del implante coclear. “Tuvo un equipamiento temprano y eso repercute en el aprendizaje. Ella tiene un desempeño impecable”, cierra.