*Por Ricardo Luis Mascheroni
Su título es “LA MUJER ES EL NEGRO DEL MUNDO”, que entre otras cosas dice, más o menos lo siguiente:
“La mujer es el negro del mundo
Sí, ella es... piénsalo
La mujer es el negro del mundo
Piénsalo... haz algo al respecto
La hacemos pintar su cara y bailar
Si no quiere ser esclava, decimos que no nos ama
Si es real, decimos que está tratando de ser un hombre
Mientras la bajamos fingimos que está por encima de nosotros
La mujer es el negro del mundo... sí lo es
La mujer es la esclava de los esclavos
Ah sí... mejor grita al respecto
La hacemos parir y criamos a nuestros hijos
Y luego dejamos su piso por ser una vieja madre gorda
Le decimos que su casa es el único lugar donde debería estar
Entonces nos quejamos de que es demasiado poco mundana para ser nuestra amiga
La insultamos todos los días en la televisión
Cuando es joven, matamos su voluntad de ser libre
Mientras le decíamos que no fuera tan inteligente, la apartamos por ser tan tonta
La mujer es la esclava de los esclavos
Sí, lo es... si me crees, será mejor que grites al respecto.”
Si bien la lucha por sus derechos viene de mucho tiempo atrás, la visibilización no había alcanzado los niveles de la actualidad, por lo que esta canción desnuda la postura cínica e hipócrita de la cultura imperante.
Recogiendo el reclamo de activistas y sus movilizaciones, la ONU en 1975 consagra al 8 de Marzo como Día de la Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, recordando a las más de 100 obreras textiles que en 1908, fueron violentamente reprimidas en Nueva York, por reclamar mejoras en su situación laboral.
En su resolución las Naciones Unidas recomendaron a la comunidad que en esa fecha se promovieran actividades en contra de la violencia, la desigualdad y la discriminación de las mujeres, reconociendo que la mujer haya tuvo siempre un rol secundario en la planificación y ejecución de proyectos de incidencia en la comunidad.
Sin dudas que los condicionantes históricos, culturales, sociales y de poder, han modelado y determinado esquemas injustos y desigualitarios, que favorecieron a los hombres y relegaron a las mujeres.
Por ello, en el VIIIº Congreso de las NU sobre la Prevención del Delito, (La Habana, 1990), se dictaminó: “La violencia contra la mujer es el resultado de un desequilibrio de poder entre el hombre y la mujer, y que la violencia sirve para mantener dicho desequilibrio”, definiéndose a la misma como “todo acto, omisión, conducta dominante o amenaza, en cualquier esfera, que pueda tener como resultado el daño físico, sexual o psicológico de la mujer”.
Incluyendo dentro de esa violencia, la que se produce en el seno familiar comprensiva de: “la agresión física, el incesto, la violencia relacionada con la dote, la violación conyugal, la circuncisión femenina y la explotación financiera, como la que procede de la vida social expresada en: la violación, el mal trato sexual, hostigamiento sexual e intimidación en los lugares de trabajo, trata de blancas, prostitución forzada y la presentación degradante en los medios de comunicación” (lo que a diario sucede).
En latinoamérica, producto de una cultura sui-generis todas las desigualdades se potenciaron y cobraron una dimensión especial, por ello las diferencias entre ricos y pobres, instruidos y analfabetos, mujeres y hombres, etc., se profundizaron.
Para el caso de las mujeres, éstas estaban o están, en una situación de semi-esclavitud, y que en el Congreso de Ecología Humana y Social, (Porto Alegre, Brasil-1991), se afirmó: "En Latinoamérica la Miseria tiene cara de Mujer".
En el terreno ambiental su situación no ha sido una excepción, por ello la Declaración de Río 92 sobre Ambiente y Desarrollo consagró en su principio Nº 20: "Las mujeres desempeñan un papel fundamental en la ordenación del medio ambiente y en el desarrollo. Es, por tanto, imprescindible contar con su plena participación para lograr el desarrollo sostenible".
Entender estas cuestiones es un buen punto de partida para cambiar y para que los seres humanos comprendamos la necesidad de integración e igualdad, y dejemos de disputar espacios de poder que nos retrasen el crecimiento común.
*Docente universitario, escritor