La acuarela muestra a varios hombres de pie, con las manos en alto, gritando alrededor de un escritorio. Uno de ellos lee con atención un papel. De fondo, el escudo nacional.
La pintura que ilustra una de las páginas oficiales del gobierno argentino y que refiere al 9 de julio de 1816 no es distinta de otras de la época que representan al mítico Congreso de Tucumán: todos varones vestidos con pantalones ajustados, chalecos, fracs, botas altas, algunos con bastones, otros con galera. Ninguna mujer.
Hoy, a 206 años de aquel 9 de julio, recordamos a las mujeres más sobresalientes del proceso independentista, tanto a aquellas que combatieron cuerpo a cuerpo contra el enemigo como a quienes aportaron a la causa desde otro lugar, más privado y doméstico.
“Toda escritura de la historia supone una decisión política y, sobre todo, la construcción de un imaginario y de un relato en torno a la formación del Estado”, dice a El Teclado Guillermina Guillamon, doctora en Historia y docente de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).
Y agrega que “no es ocasional ni inocente que hayan sido varones los que escribieron la historia, los que rescataron a ciertos actores que conforman el panteón de héroes. Repensar ese panteón supone repensar la forma en la que se construyó todo el relato”.
“No es ocasional ni inocente que hayan sido varones los que escribieron la historia, los que rescataron a ciertos actores que conforman el panteón de héroes”.
Guillermina Guillamon.
En la misma línea, Gabriela Vásquez , docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), sostiene que “al 9 de julio de 1816 hay que entenderlo como parte de un proceso que ni siquiera comienza en 1810 con la Revolución, sino que podría pensarse a partir de las Invasiones Inglesas”.
“Es un proceso a largo plazo, que oculta a muchos de los varones que participaron y a casi todas las mujeres”, asegura a El Teclado la profesora a cargo del espacio curricular “Historia de las mujeres y de género” de la UNCUYO.
Y añade que “las mujeres que registra la historia tradicional van a estar nombradas como ‘esposas de’, ‘madres de’, ‘hermanas de’, ‘amantes de’, salvo casos contadísimos como el de Juana Azurduy o el de Mariquita Sánchez de Thompson”.
A la hora de revisar la historia oficial, emergen para Guillamon “dos grandes grupos de mujeres: por un lado, están aquellas que estuvieron en la lucha física contra el enemigo y, por el otro, aquellas que estuvieron más vinculadas a los cuidados domésticos y físicos -como la enfermería y la cocina- y el apoyo a la causa con dinero, venta de bienes y joyas”.
Si hablamos de batalla, toda la historiografía coincide en resaltar la figura de Juana Azurduy.
Nacida en 1780 en la actual Bolivia, Azurduy fue ascendida a teniente coronel por Manuel Belgrano debido a su desempeño en la lucha por las independencias latinoamericanas.
Una ‘Generala del Ejército Argentino’ -así la definió el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en 2009- que perdió cuatro hijos por el paludismo y la malaria en medio de los combates.
“Juana es conocida por reponerse frente a estas vicisitudes que pareciera que la anulan como mujer reproductora pero que sigue agenciándose como mujer que lucha, y que lucha físicamente, en la batalla”, cuenta Guillamon.
La investigadora asistente de CONICET incluye en este grupo a la salteña María Magdalena Dámasa Güemes de Tejada -“Macacha”-, hermana del general Martín Miguel de Güemes, que llevó a cabo tareas de espionaje y logística en pos de la Revolución, y a María Remedios del Valle, la “Madre de la Patria”, a quien Belgrano nombró capitana de su tropa.
“Las tres estuvieron con el Ejército del Norte, enfrentándose cara a cara con el enemigo realista”, señala Guillamon y destaca que “menos ‘Macacha’ Güemes, todas pertenecían a sectores populares y subalternos. El condimento especial de Remedios del Valle es que era afrodescendiente, es decir que se recupera una figura que es mujer y que es negra”.
Por su parte, Vásquez reivindica a “Pascuala Meneses, que incluso se travistió de hombre para formar parte del Ejército de los Andes”.
Pascuala Meneses incluso se travistió de hombre para formar parte del Ejército de los Andes.
“Las mujeres estaban interesadas en participar, eso es evidente, y lo hicieron con las estrategias que tenían a su alcance”, remarca la historiadora y profesora mendocina.
En otro grupo no menos importante, están las mujeres que aportaron a la gesta revolucionaria desde otro lugar, más relacionado al ámbito privado.
“Se trata de mujeres que abrieron sus casas y salones para que fueran espacios de debate. Eso fue una decisión política también”, dice Guillamon y asegura que “ahí, obviamente, aparecen las ‘esposas de’, que hoy se está tratando de pensar de otra forma, como Guadalupe Cuenca -esposa de Mariano Moreno-, que pertenecía a la facción más radical y que asumió la responsabilidad de guiar a los morenistas una vez muerto Moreno”.
“Luego está la reconocidísima Mariquita Sánchez de Thompson, que tiene una trayectoria muy vinculada a la lucha por la educación de las mujeres, y Casilda Igarzábal, esposa de Nicolás Rodríguez Peña. Las dos fueron famosas salonnières, aquellas que abrieron sus salones al reducido grupo de hombres que integró la Primera Junta”, explica la doctora en Historia.
Y subraya que “Mariquita apoyó la Revolución con la venta de joyas y bienes y terminó vendiendo su casa, estaba muy comprometida. No fue sólo una mujer romántica que escribía cartas y tocaba el piano, como nos muestra esa pintura conocida del Centenario de la Revolución”.
Finalmente, Vásquez analiza que “en momentos de crisis política institucional los roles de género se alteran”.
En el caso puntual de la gesta independentista argentina, la historiadora cuenta que “se pasa de un momento de calma en la etapa colonial -donde estaban muy bien definidos los roles de los varones y las mujeres- a un momento de crisis, donde los roles se alteran y las mujeres pueden ir al frente; incluso se las reconoce con grado militar”.
“Luego, cuando se logra regresar a una cierta calma, se trata de que la mujer vuelva a ocupar los roles tradicionales”, cierra. [El Teclado]