“Es muy fuerte entender que con la donación le podés cambiar la vida a alguien y que para vos sólo significó un rato de tu tiempo”, señaló a El Teclado Gabriela Barone, una médica especialista en Hematología que, en 2018, tras dedicarse diariamente a la difusión de la donación de sangre y atender pacientes con enfermedades graves, fue convocada por el Incucai para donar medula ósea a una mujer con leucemia. A días de haberse celebrado la jornada que conmemora a nivel mundial la Donación de Médula Ósea, la especialista se refirió a su experiencia, al vínculo que estrechó con la receptora y a la importancia no sólo de donar sangre y médula sino de informar para ponerle fin a los mitos alrededor de este acto solidario.
Cuando todavía era una
estudiante en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata y
varios kilómetros la separaban de su 9 de Julio natal, Gabriela decidió
inscribirse en el Registro de Donantes de Médula Ósea. En aquel momento no
sabía que su vida profesional se inclinaría hacia la hematología y que con los
años se convertiría en la jefa de Hemoterapia del Hospital de aquel municipio
ubicado en el centro de la provincia de Buenos Aires.
Corría 2018 y su cabeza estaba
enfocada en la salud de uno de sus pequeños hijos. Debía ser operado de los
oídos y el pulso de su vida lo marcaban los turnos con los médicos, las fechas
de cirugía y la preocupación por su diagnóstico.
“Estaba esperando que me llame
el doctor y recibo una llamada del Incucai en la que me indican que tenía que
comunicarme de manera urgente a tal número”, señaló en conversación con este
portal la joven médica. La llamada no le resultó sospechosa. Por su labor
diaria, colectas de sangre e inscripción al registro de médula, pensó que se
trataba de algo relacionado a estos temas.
Sin embargo, del otro lado del
teléfono la sorprendieron informándole que había una mujer que era compatible
con su información genética y que si estaba dispuesta a donar médula avanzarían
con los estudios.
“Le dije 'obvio, claro que sí' y me indicaron que tenía que ir al hospital a contactarme con la doctora fulana y esa doctora era yo. No podían creer que fuese la misma persona”, recuerda entre risas.
Cuando un presunto donante
ingresa al registro lo hace con tres grupos de genes. Si hay una persona que lo
necesita, se puede ser compatible con esos tres grupos de genes. En caso de
estar dispuesto a donar se hacen estudios más complejos donde se analizan diez
tipos de genes en los que se busca que casi todos sean compatibles.
Los estudios de Gabriela
indicaron que era compatible en 9 de los 10. Si bien en principio le indicaron
que esperarían el resultado de otros dos donantes, uno de Brasil y otro de
Alemania, porque buscaban un 10 sobre 10, finalmente se avanzó con ella porque
era la mejor posicionada.
“Viajé a Buenos Aires, me hicieron
todo tipo de estudios para descartar alguna patología, y me vio un médico que
es el que se va hacer cargo de trasplante. Si estás en condiciones, si estás
saludable, calificás como donante y se programa la donación”, explicó .
Desde la primera llamada hasta el día en que se internó para realizarse la práctica pasaron 2 meses. Era febrero de 2018 y ella tenía 36 años.
El proceso de donación se puede realizar de dos formas. La primera es mediante una conexión a una máquina durante tres o cuatro horas donde se extrae las células madres, las células hematopoyéticas, al donante. La otra forma es un poco más compleja porque requiere internación, la práctica se realiza en un quirófano y necesita anestesia porque al donante se le punzan las crestas iliacas.
“El método lo determina la enfermedad que tiene la persona que va a recibir y el médico que está cargo del trasplante. Si bien la mayoría de las veces podés elegir el método, en algunas situaciones lo define el médico”, explicó Gabriela y agregó que ella tuvo la posibilidad de seleccionar el proceso y se inclinó por el más sencillo denominado aféresis.
“Es un proceso similar al de donación de plaquetas o
plasma. Te dan una medicación previa unos días antes que estimula la medula
para fabricar más de esas células y después te hacen la colecta”, señaló la mujer.
“Es un proceso similar al de donación de plaquetas o plasma"
El desarrollo fue sencillo. Se
internó a las 7 de la mañana y a las seis de la tarde ya estaba afuera. Por recomendación
médica no pudo volver esa noche a 9 de Julio y debió quedarse hasta el otro
día. “Cuando llegué retomé mi trabajo porque me sentía bien. La persona que
dona es una persona sana y se recupera rapidísimo”, destacó la mujer.
Gabriela desde su rol médico
no sólo busca donantes, también informa sobre las distintas prácticas que
pueden salvar la vida de terceros. Por eso destaca siempre que sólo se trata “de
un rato”. En esa línea, trabaja en la desmitificación de las distintas
versiones que circulan alrededor de la donación de médula.
“No hay que alimentarse de manera diferente, no te sacan ninguna parte de tu cuerpo. No es una operación”, enumera y detalla que también alrededor de la donación de sangre hay mitos que son un escollo para la gente.
En el Incucai hay una frase que dice "el trasplante solo es posible gracias a la donación" y que "donar une". Eso pasó entre Gabriela y Verónica.
La legislación argentina
impide compartir datos del donante y del receptor por el término de un año. Pasado ese
tiempo, sin ambas partes están de acuerdo, se puede avanzar con un contacto.
Eso sucedió entre Gabriela y Verónica
Torres, una joven paciente de leucemia, que entonces tenía 36 años, y que en febrero de 2018
recibió médula de la médica nuevejuliense.
“Las dos queríamos conocernos, así que hicimos un montón de papeles y pudimos llamarnos por teléfono. Estuvimos hablando de todo y fue muy emocionante”, rememoró la médica sobre el primer contacto con la mujer que residía en Cutral Co, provincia de Neuquén. "Hablamos de nuestras vidas, nuestras familias, de lo difícil que ha sido su vida", añadió.
Las emociones no concluirían
hasta semanas después cuando pudieron conocerse personalmente. “Nos habíamos
contactado por teléfono en marzo y a los 15 días me llaman del Incucai para
decirme que en abril era el Día
del Registro Argentino y que iban a hacer un acto en el Ministerio de Salud e iban a
juntar a cinco parejas de donantes con sus receptores”.
Gabriela recuerda aquel abrazo
y dice que se le pone la piel de gallina. “Fue una experiencia muy fuerte y yo lo
comparo con la emoción que sentí cuando me enteré que iba a ser mamá. Es muy
fuerte entender que con la donación le podés cambiar la vida a alguien al 100%
y que para vos sólo significó un rato de tu tiempo”, destacó
“Ella pasó de estar muy
enferma, a poder salvar su vida y a estar con sus dos hijos, a trabajar, a
vivir la vida”, recordó y agregó: “Yo me dedico a ver ese tipo de enfermos, no
es algo ajeno que no me podía imaginar, pero no deja de asombrarme, de
maravillarme”
Para Gabriela el vínculo que creó con Verónica es "un lazo fuertísimo" y lo siente como si fuera su tercera hija, más allá que tienen la misma edad. Por eso, si bien señala que por su profesión “todo el tiempo” trabaja por la salud de la gente no duda en resaltar que este tipo de ayuda “es diferente”.
En la actualidad el Registro
Nacional de Donantes Voluntarios de Células Progenitoras Hematopoyéticas (CPH),
conocidas como células de la médula ósea, está habilitado para personas de 18 y
40 años, que gocen de buena salud, pesen más de 50 kilos y no tengan antecedentes
de enfermedades cardíacas, hepáticas o infectocontagiosas.
Según información del Incucai, para inscribirse como donante es necesario donar sangre en alguno de los centros de donación habilitados en los Servicios de Hemoterapia de los Hospitales y Bancos de Sangre de todo el país; o participar de algunas de las colectas externas que cada mes se organizan para facilitar la donación de sangre y e inscripción de donantes de CPH.
La donación de médula ósea es requerida para pacientes con Leucemia, con el sistema inmunológico deficiente, con síndromes mielodisplasicos y anemias aplasicas, todas enfermedades muy graves y muy infrecuentes.
La médica destaca que la donación
de médula ósea y sangre es diferente a la donación de órganos: “Uno puede donar
sangre en vida un millón de veces, pero los órganos se donan cuando te morís.
Acá no tiene que fallecer nadie para que se puede donar”, destacó.
“Acá todos somos descendientes de italianos, españoles, y seguramente si se inscribiera más gente seríamos muchos más los que donaríamos, pero hay pocos”, señaló Gabriela y agregó: “Tenemos que apuntar, además, a diversificarlo porque es necesario que haya otras etnias representadas como los pueblos originarios, africanos, asiaticos; tendría que haber más donantes porque se abre más posibilidad de tener respuestas a aquellas personas que lo necesitan”, completó.
Verónica trabaja diariamente para que su historia no sea la excepción. Hace un tiempo una compañera del hospital fue convocada por el Incucai y ella soñó con la epopeya de compartir con una colega la experiencia de donar. Aquella práctica fue desestimada, pero Gabriela no cesó en sus campañas. Mensualmente distintas instituciones se suman a las colectas y dos escuelas integraron la donación de sangre a su proyecto educativa. "Quiero que seamos más", dice y trabaja diariamente para lograrlo. [El Teclado]