“Me acorraló amenazándome e insinuando que por caminar sola de noche ’en esa calle tan peligrosa’ me iba a pasar algo”.
“Volvía caminando, un hombre se bajó los pantalones en medio de la vereda y
se empezó a masturbar. La gente no dijo ni hizo nada”.
“Salí de mi casa a dejarle una factura de luz a un vecino. Caminé 20 metros, de la obra en construcción que queda enfrente me dijeron de todo, eran muchos hombres, y me volví hasta la puerta de mi casa lo más rápido que pude”.
Relatos sueltos, mujeres de distintas edades contando anécdotas de
diferentes épocas, escenas de acoso callejero en una ciudad que en este caso es
La Plata pero que podría ser cualquier otra: el Mapa Interactivo del Acoso y el Abuso (MIAA) creado en 2017 por las arquitectas platenses Irene Bilmes y Elisa Deschamps contiene cientos de
estas historias, pero podrían ser muchas más.
Se trata de situaciones puntuales
pero no aisladas que reflejan lo que vivimos casi a diario las mujeres desde
pequeñas y que nos llevan a, paulatinamente, corrernos del espacio público.
El Mapa que fue pensado para visibilizar todo tipo de violencia de género recoge desde silbidos y gritos por la calle hasta violaciones y femicidios.
“El Mapa registra experiencias anónimas de acoso y abuso en el espacio público y privado a través de relatos en primera persona de las víctimas”, explica Irene a El Teclado, y agrega: “Lo iniciamos con la premisa de indagar si las mujeres y disidencias vivíamos diferente la ciudad a partir de estas experiencias y nos dimos cuenta con el desarrollo del mapeo de que es una herramienta muy potente para deconstruir estas experiencias y empoderar a las víctimas”.
En principio, este instrumento fue ideado como una acción puntual para el 8M de 2017 pero tuvo tanta repercusión que sus creadoras decidieron dejarlo en la web en forma permanente.
“Para nosotras es como si hubiéramos cumplido un montón de hipótesis -lamentables todas- sobre el espacio urbano y sobre las huellas de la violencia en la construcción del territorio y en nuestro modo de habitarlo”, dice Elisa a El Teclado.
“Creemos que se trata de un mapa inútil en términos de cartografía o de querer territorializar la violencia porque la violencia sucede a cualquier hora, en el espacio público y en el privado, a la vista de la gente, y se ejerce sobre todo sobre nuestros cuerpos. Si se quiere ubicar una zona de peligro, esa zona son nuestros cuerpos, donde sea que estemos”, señala la arquitecta.
Y destaca: “el acoso callejero es sólo una punta del iceberg de la violencia de género; nosotras siempre decimos que nos violentan en las calles pero nos matan en las casas”.
Comentarios sexuales sobre
nuestro cuerpo, chiflidos, persecución, arrinconamiento, masturbación, gestos
obscenos y exhibicionismo son sólo algunas expresiones de este tipo de
violencia de género, tal vez la más naturalizada e invisibilizada, que se
disfraza de ‘piropo’, categoría además muy discutida.
La Ley 27.501, sancionada en 2019 por el Congreso de la Nación, define a la violencia de género en el espacio público como aquella “ejercida contra las mujeres por una o más personas, en lugares públicos o de acceso público, como medios de transporte o centros comerciales, a través de conductas o expresiones verbales o no verbales, con connotación sexual, que afecten o dañen su dignidad, integridad, libertad, libre circulación o permanencia y/o generen un ambiente hostil u ofensivo”.
Pionera en la materia, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) cuenta desde 2016 con la Ley Nº 5742, que busca la prevención del acoso sexual en los espacios públicos, y la Nº 5306, de 2015, que instituye el 2 de octubre de cada año -precisamente hoy- como el Día de Lucha Contra el Acoso Sexual Callejero.
Greta Galvaño Ter-Akopian es abogada de CABA, docente y fundadora de la organización comunitaria Libres de Acoso Callejero (LIDA).
En 2017 representó a Lucía Cabrera, la mujer que logró el primer acuerdo con su acosador en el marco de una mediación judicial. Como en ese momento no existían las capacitaciones en perspectiva de género, al acusado se le impuso hacer un curso sobre diversidad sexual y derechos humanos.
Unos meses después, fue ella misma la denunciante. “Yo siempre pasaba por un local gastronómico que queda en el barrio de Palermo y algunos empleados me gritaban cosas. Yo les decía que los iba a denunciar y eso les causaba gracia. En agosto de 2019 entré, hablé con el encargado, dejé asentada la situación en el Libro de Quejas y después hice la denuncia en el Ministerio Público Fiscal”, cuenta Greta a El Teclado.
“Además pedí una mediación extra judicial -una mediación civil- contra la empresa por la responsabilidad objetiva que tiene por los ilícitos cometidos por sus empleados. Ahí acordamos una indemnización de 100 mil pesos por daños y perjuicios derivados del acoso callejero”, relata.
La abogada también logró un acuerdo a su favor por 60 mil pesos en el marco de una mediación civil contra un acosador que en diciembre de 2019 la persiguió varias cuadras con el auto, gritándole desde adentro. A pesar de que el hombre salió disparado cuando Greta se le acercó, ella logró identificar la patente y realizó la denuncia penal en una Fiscalía: a él le impusieron una prohibición de acercamiento más una serie de horas de trabajos comunitarios.
“Cuento todo esto como para incentivar a las mujeres a que denuncien y que sepan que esto también es como si fuese un accidente de tránsito”, explica la abogada, y amplía: “si una es víctima de un accidente de tránsito, no sólo se hace la denuncia penal sino que el acusado también tiene que pagar por el daño que te ocasiona. En este caso el acoso callejero, que sabemos que te ocasiona daño psicológico y daño moral”.
En la provincia de Buenos Aires se puede denunciar a través de las líneas telefónicas 144 y 911 o en cualquier comisaría o Fiscalía.
En 2017 la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá) realizó una encuesta sobre este tema en diversos puntos del país.
El 93% de las mujeres consultadas dijo haber sufrido alguna forma de acoso sexual callejero a lo largo de su vida en tanto que el 100% refirió haber llevado adelante diferentes estrategias para sentirse más segura en la vía pública.
Pero si bien es fundamental que haya un castigo penal y civil para los acosadores, es necesario además un cambio cultural.
Maia Luna, representante MuMaLáLa Plata, asegura que “nuestro reclamo tiene que ver con políticas públicas, ya que este tipo de conductas no se modifican sólo con sanciones, sino con prevención”.
“Esta violencia, que es simbólica y que es la que pareciera menos terrible -por decirlo de alguna forma- es el puntapié para que después se legitimen otro tipo de violencias”, dice Maia a El Teclado.
En ese sentido, considera que “faltan políticas públicas que promocionen que efectivamente todas estas cuestiones no son naturales y que tampoco son graciosas”.
La militante y docente considera fundamental la implementación de los contenidos de Educación Sexual Integral (ESI) en todos los niveles educativos.
“La ESI es una Ley que tiene más de 15 años y que promueve problematizar en las primeras infancias y la adolescencia todo esto que después se naturaliza”, sostiene Maia.
Y remarca que “si bien se viene trabajando, todavía falta mucho y no hay una observación de que efectivamente se implemente en todas las escuelas; queda a disposición de la voluntad de los directores o equipos docentes que tengamos ganas de hacerlo”. [El Teclado].