El
27 de septiembre de 1896 una niña de alrededor de 2 años es testigo de cómo un
grupo de hombres blancos mata a su madre y a otros dos miembros de su comunidad
Aché en la selva paraguaya.
La
niña es retirada de allí por los asesinos de su familia y llevada a una
localidad de Paraguay para ser criada por los colonos, que irónicamente la
rebautizaron como “Damiana” por San Damián, el Santo católico del día de la matanza.
Tiempo después es trasladada a San Vicente, en la provincia de Buenos Aires, para servir como mucama en la casa de María Verena Meyer, madre del psiquiatra y filósofo Alejandro Korn y, al mismo tiempo, es entregada a los antropólogos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, que la sometieron a estudios antropométricos.
Damiana -o mejor dicho, “Kryygi”, el nombre con el que la renombró su pueblo una vez que se restituyeron sus restos- fue, a lo largo de su corta vida, víctima de todos los abusos y violencias posibles.
Despojada
de su familia, apropiada y alejada de su comunidad, fue objeto de estudios
permanentes basados en ideas racistas -entre otras cosas fue fotografiada
desnuda por el médico y antropólogo alemán Robert Lehmann-Nitsche- y, cuando
los hombres que la tenían cautiva no pudieron encauzar su despertar sexual conforme
a los patrones morales de la época, la encerraron en el hospital ‘Melchor
Romero’ de La Plata y luego en un correccional de Buenos Aires, donde murió en
1907, a los 14 años, producto de una tuberculosis.
Pero
la cosificación de Damiana no terminó con su muerte: su cuerpo fue desmembrado
y su cabeza enviada a Berlín para ser analizada con fines supuestamente
científicos.
“Estuvo
todo premeditado”, asegura a El Teclado Fernando Miguel Pepe, antropólogo y fundador
del Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social (Colectivo GUIAS).
“A Damiana la dejaron morir cuando terminó su desarrollo y crecimiento, que era
lo que estaban estudiando”, agrega.
Fernando
fue quien en enero de 2007, después de 6 meses de búsqueda, encontró los restos
de la adolescente -sin el cráneo- en la osteoteca del Museo de la Facultad deCiencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
En
ese momento, el equipo de GUIAS estaba tras la identificación de los miembros
de los pueblos originarios que formaron parte de las “colecciones
arqueológicas” que estaban guardadas en el Museo y cuya restitución ya había
sido solicitada por las comunidades de origen.
“Nosotros
ponemos en tela de juicio todo lo que diga Lehmann-Nitsche ya que él mismo hizo
el catálogo de los restos humanos del Museo de La Plata hasta 1910 y dejó
afuera a Damiana, que murió en 1907. O sea que ocultó esos restos que él mismo
ingresó al Museo pero los anotó en un catálogo, aún hoy inédito”, sostiene
Fernando.
“Consideraba
los actos sexuales como la cosa más natural del mundo y se entregaba a
satisfacer sus deseos con la espontaneidad instintiva de un ser ingenuo”,
escribe Lehmann-Nitsche en el documento “Relevamiento antropológico de una
india guayaquí”, publicado en 1908, en el que realiza un relato pormenorizado
de todas las partes del cuerpo de Damiana.
En
ese mismo texto, el médico alemán agradece “la galantería del doctor Korn” que
le permitió “tomar la fotografía que acompaña estas líneas”. La foto
exhibe a Damiana de pie, completamente desnuda.
Fernando
Pepe señala que “Lehmann-Nitsche cuenta que a Damiana la internaron en el
‘Melchor Romero’ por una ninfomanía, pero nosotros creemos que en realidad se
trataba de una excusa para pasarla del encierro de la casa donde la tenían de
sirvienta a una institución, donde iba a terminar muriendo, justo cuando
termina su desarrollo y crecimiento”.
“Estaban
esperando que se muriera para cortarle la cabeza”, coincide Roxana Aramburú,
bióloga y doctora en Ciencias Naturales que trabaja desde hace más de 3 décadas
en el Museo de La Plata.
“Todo
ocurrió bajo la supervisión de Lehmann-Nitsche, que la seguía y quería
dibujarla y tomarle medidas. Hay un trabajo científico en el que él dice que le
cortaron mal la cabeza, que el serrucho rompió una parte del material que necesitaba
para estudiarla”, explica a El Teclado.
En
2015 Roxana -también actriz y dramaturga- escribió junto a Patricia Suárez la
obra “Damiana, una niña aché”, que narra un fragmento de la vida de la pequeña
cautiva. La última función, que se realizó hace 10 días en la ciudad de Tandil,
convocó a más de 400 espectadores.
“Siempre
me pareció que era una historia que merecía ser contada y no sólo a través del
lenguaje científico o académico. Es una historia tremenda por donde se la mire,
con muchos puntos de contacto con nuestro pasado más reciente, porque se trata
de una niña apropiada”, destaca.
Fernando Pepe no tiene dudas de que la violencia física era moneda corriente en la vida de Damiana. “En las fotos que le sacó Lehmann-Nitsche y que recuperamos gracias al dramaturgo Mauricio Kartun, se la ve desnuda, vejada, con un golpe en el rostro; son fotos que demuestran el abuso sobre la niña”, asegura.
Gracias a la intervención del equipo de GUIAS, los restos del cuerpo de Damiana fueron restituidos al pueblo Aché en junio de 2010 y enterrados –ya con el nombre de Kryygi- durante un ritual propio de su cultura. Como parte de un rompecabezas del horror, en 2011 la periodista alemana Heidemarie Boehmecke localizó la cabeza en el complejo hospitalario ‘La Charité’ de Berlín y, unos meses después, el cráneo también fue entregado a la comunidad Aché, también por intermedio de GUIAS.
Cuando
el fundador del Colectivo encontró el esqueleto de Damiana en enero de 2007 no
se habían superado todavía los 100 años de su fallecimiento, condición
requerida por la legislación argentina para que los restos humanos sean
considerados patrimonio arqueológico.
“Me
pasó con varios casos -relata Fernando-, por ejemplo con los restos de un
guaraní y un wichí, asesinados en 1908 y 1921 respectivamente, que no tenían ni
100 años de muertos. No tendrían que haber estado expuestos en el Museo porque
no eran restos arqueológicos; ni hablar en el momento de captura y muerte”.
Y explica: “En conclusión lo que encontramos en el
Museo de La Plata fueron las pruebas materiales del genocidio sufrido por los
pueblos originarios. Identificamos asesinados de los pueblos Selk´nam, Alakaluf
y Yagan de Tierra del Fuego; Tehuelche y Mapuche en Santa Cruz, Chubut, La
Pampa y Buenos Aires; Qom y Mocoiq de Santa fe y Chaco; Wichí y Guaraní de
Jujuy, hasta una afroaraucana asesinada en Neuquén en 1888.
Fernando
se refiere a los denominados “prisioneros de la ciencia”, miembros de pueblos
originarios que vivieron en el Museo de La Plata a fines del siglo XIX y que,
una vez muertos, fueron exhibidos en sus vitrinas.
“El
perito Moreno se trajo un grupo de personas a vivir al Museo, como si fuesen
cosas. Él decía que era por cuestiones humanitarias, pero tenía un interés
concreto en esas personas porque eran sus objetos de estudio”, acota Roxana
Aramburú, y afirma: “eso sólo lo podían hacer él y quienes tenían su
poder”.
Los
hechos que ocurrieron entre fines del siglo XIX y principios del XX, y no hace
500 años, demuestran que la conquista es un proceso largo, complejo y extendido
que no se encuentra ni cerca de culminar con las independencias de los países
de América.
“A
mí lo que me parece más impresionante es que ellos hicieron trabajos que se
publicaron a principios del siglo XX en anales y distintas revistas científicas
de la época, es decir que ellos mismos cuentan cómo hicieron todo”, sostiene la
bióloga y dramaturga.
Fernando
concluye que “el Museo era el custodio del patrimonio arqueológico pero tenía los
cuerpos de mujeres y hombres que no eran siquiera patrimonio arqueológico”.
“Eran víctimas de genocidio del siglo XIX”, remarca.
En total, el Colectivo
GUIAS acompañó en Argentina 22 restituciones de los pueblos originarios
Nivaclé, Qom, Mocoiq, Colla Atacameño, Mapuche, Tehuelche, Selk´nam y Querandí,
a saber: 10 con el Museo de La Plata, 1 con el Museo de Parques Nacionales
‘Francisco Pascasio Moreno’ de Bariloche, 1 con la Universidad de Buenos Aires
y una decena más con instituciones provinciales de Buenos Aires, Catamarca,
Chubut y Rio Negro.
“Del pueblo Aché de Paraguay está aún esperando su
restitución la madre Damiana “Caibú”, quién fue asesinada en el momento de la
masacre de su comunidad y rapto de la niña”, cuenta Fernando Pepe.