*Por Javier Garbulsky

Lolo Regueiro no murió por la represión policial, murió por un paro cardiorrespiratorio, lo dijo la autopsia.

¿Si me volví loco? No, para nada. Es un disparador para reflexionar sobre cómo algunos tienen doble vara para analizar situaciones que podrían tener similitudes (no iguales). Hipocresía y, por lo general, sesgo ideológico que los hace quedar como…digamos, poco inteligentes.

¿De qué hablo? Me refiero a un caso paradigmático, el de Santiago Maldonado. Muchos (muchísimos) de los que hoy hablan de represión (al fin usan la palabrita) y de la responsabilidad de las fuerzas de seguridad son los mismos que cierran toda posibilidad de revisar cómo murió este joven en el sur. 

“Ya está, el hippie se ahogó. Lo dijo la autopsia, no jodan más”. Y así como debemos conocer qué circunstancias rodearon la muerte de Lolo (si hubo golpes, si lo obligaron a correr, si los uniformados no prestaron ayuda, si dispararon gases o balas mientras yacía en el suelo), igual pasa con Santiago.

Por eso nos permitimos (yo, y muchos) dudar de lo que se nos informa. Y nos preguntamos cómo llegó hasta el río, por qué su cuerpo lo encuentran varios días después en un lugar con 20 cm de agua donde ya habían revisado, cómo se mete al río un pibe que no sabe nadar, si fue empujado, si fue obligado a entrar al agua a punta de ametralladora, si entró por la persecución, si le fue negada ayuda cuando se estaba ahogando, si lo mataron en otro lugar y tiraron ahí el cuerpo. En fin, muchas, muchísimas dudas.

La autopsia sirve para saber de qué murió, pero la Justicia debe determinar las condiciones en que alguien muere. Es lo que resta en el caso de Lolo, como en el de Maldonado, que nos digan qué pasó para terminar como terminaron.

*Periodista en revista La Tecla