La ampliación de una escuela agrícola en Santiago del Estero, la construcción de un salón para un comedor comunitario y el mejoramiento de una plaza en el barrio Zepa B, provincia de Córdoba, y la instalación eléctrica de un centro comunitario en Monte Grande, provincia de Buenos Aires. Estos son sólo algunos de los proyectos ejecutados por la asociación civil Ingeniería Sin Fronteras Argentina (ISF-Ar), que este año está cumpliendo una década de vida.
La organización fue creada en febrero de 2012 por una antropóloga y un ingeniero mecánico que buscaban transformar algunas realidades que les dolían, allí donde el Estado -por diversos y complejos motivos- no terminaba de llegar.
ISF se define como “una asociación civil que trabaja por el desarrollo sostenible haciendo proyectos de ingeniería con enfoque de derechos humanos”. En ese marco, desarrolla proyectos de ingeniería junto a distintas comunidades de Argentina, trabaja con diversas instituciones, cooperativas y organizaciones sociales en sectores urbanos y rurales y ofrece capacitaciones, talleres y seminarios en eventos y universidades.
Francisco Odeón es ingeniero civil e ingresó a la ONG al año y medio de su creación. Desde hace 5 años se desempeña allí en forma rentada y actualmente coordina el área de Infraestructura Urbana.
“Ingeniería Sin Fronteras es una organización que trabaja para el desarrollo de comunidades que están atravesadas por múltiples vulnerabilidades”, cuenta a El Teclado Francisco. “Desde la bandera de la ingeniería, que es un poco con la que llegamos al territorio, buscamos acompañar y ayudar a la comunidad a que se cumplan algunos de los derechos que no se están cumpliendo, como el derecho a la educación, a la seguridad o los derechos de las infancias; todo teñido por el derecho a la belleza y la igualdad”, agrega.
En la actualidad, ISF-Ar está compuesta por 15 personas que trabajan a diario junto a más de 300 voluntarios activos que se encuentran -en su mayoría- repartidos en las provincias de Buenos Aires y Córdoba.
Pese a que el nombre de la ONG remite directamente a la ingeniería, el equipo es multidisciplinario y las aptitudes de sus integrantes no se restringen al conocimiento académico. “Obviamente que para construir algo existe un saber técnico, que hay que conocer. Pero para poder escuchar a un vecino y entender la problemática que está atravesando no es necesaria una carrera universitaria”, dice Francisco.
- ¿Cómo es el proceso de selección de un proyecto?
- Los proyectos que llevamos a cabo requieren un grado tal de compromiso que somos muy cuidadosos en la selección; además hay tanto por hacer que cuesta definir. En un principio tratamos de acompañar proyectos de otras organizaciones que ya estaban en marcha como para conocer un poco cómo era esto de sostener iniciativas sociales y comunitarias con una fuerte pata en el voluntariado, entonces nos fuimos sumando a otras organizaciones. Por otra parte, en nuestra página tenemos un link para postular un proyecto, que posteriormente es sometido a evaluación por parte de una comisión interdisciplinaria. Finalmente, hay proyectos que buscamos nosotros y otros a los que llegamos gracias al trabajo en red con otras organizaciones o con los municipios.
En este momento, ISF tiene una presencia fuerte en el conurbano bonaerense y en las provincias de Córdoba y Santiago del Estero.
- ¿Cuáles son las principales iniciativas que ejecutaron en el conurbano bonaerense?
- Son muy variadas y eso lo hace más interesante. Por ejemplo, ampliamos un Centro de Día en Quilmes, construimos una fábrica de carpinterías metálicas en el barrio de La Cárcova y construimos un Jardín Maternal en José León Suárez para satisfacer la demanda de madres solteras que no tenían dónde dejar a sus hijos para ir a trabajar. Muchos de estos proyectos fueron atravesados por la pandemia o por cambios de gobiernos, o tuvimos que trabajar con dos gobiernos de bandera política distinta. En Bernal estamos a punto de terminar una pileta cubierta y climatizada a la que asistirán más de 1000 niños, niñas y jóvenes que van a distintas organizaciones barriales y en Córdoba estamos ayudando en la construcción de un predio para una organización de mujeres que se llama Las Omas.
- ¿Con qué aportes monetarios cuentan para realizar todas estas obras?
- Tenemos dos líneas de financiamiento: por un lado, están los aportes de los consejos profesionales y de los más de 7 mil socios que contribuyen con dinero en forma mensual. Con eso podemos sostener casi el 80% de los costos de la organización. Por el otro, como nuestros proyectos tienen un principio y un fin y sabemos bien cuánto van a costar, invitamos a distintos actores a participar de los financiamientos. En este marco, hay empresas que donan dinero, materiales o servicios en particular, o que ofrecen premios y podemos postularnos; también a veces los municipios aportan dinero o cuadrillas operativas para trabajar. Y, finalmente, nos presentamos mucho a financiaciones internacionales.
- ¿Hay algún proyecto que te haya marcado especialmente a nivel personal?
- Sí, hay uno que fue muy fuerte, y fue la construcción de un puente vehicular entre Quilmes y Varela. El puente había sido construido hace 20 años por los vecinos pero la urbanización creció mucho y el arroyo que cruzaba el puente se empezó a contaminar y se empezaron a producir inundaciones. En los últimos años fallecieron 4 personas intentando cruzar el arroyo, entre ellos 2 niños. A ese proyecto lo acompañé en todo su proceso, desde que empezamos las charlas con la comunidad hasta que lo diseñamos, buscamos los fondos, los ejecutamos y lo terminamos. Cada vez que yo le contaba a alguien que estudiaba Ingeniería Civil, me decía: ‘son los que hacen los puentes, ¿no?’. Y yo decía ‘sí, pero de acá a que haga un puente…’ Y de repente me encontré construyendo en comunidad, con un montón de sabores dulces, para poder cambiar una realidad muy dura. [El Teclado].