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EL TECLADO | Especiales  Domingo 23 de Octubre del 2022 - 12:00 hs.                1111
  Especiales   23.10.2022 - 12:00   
CÁNCER DE MAMAS
Varias mujeres y un mismo e importante mensaje: tocate las tetas
Tres mujeres que, conociendo su cuerpo, no dudaron y realizaron la consulta oportuna. La oncóloga platense Fabiana Marmissolle asegura que, además del autoexamen, es importante la visita periódica al ginecólogo y la realización de una mamografía anual después de los 40 años.
Varias mujeres y un mismo e importante mensaje: tocate las tetas
Por: Luciana Mateo

Una noche de 2017, mientras acompañaba a su hermana mayor en la clínica en la que le extrajeron un tumor de mama, Natalia Sandler (40) se palpó por curiosidad y encontró un bulto que no se movía en el pecho derecho.

Una dureza en la axila derecha que no se retiraba mientras estaba amamantando alertó a Guadalupe Russo (40). 

Una “piedrita en la teta izquierda” que crecía con el correr de las semanas llevó a Ángeles Alemandi (41) a cuestionar a su médica de cabecera y realizar una segunda consulta.

Tres mujeres de distintas geografías, con distintos recorridos, pero con algo en común: las tres se detectaron un bulto en el pecho y realizaron la consulta médica oportuna. Las tres, también, tenían menos de 40 años cuando les diagnosticaron cáncer de mama, el tumor más frecuente entre las mujeres, aquel que 1 de cada 8 tendrá a lo largo de su vida.

Fabiana Marmissolle, integrante de la Sociedad de Cancerología de La Plata, considera que es muy importante que cada mujer conozca las formas, color y textura de sus mamas. 

En ese sentido, recomienda el autoexamen mamario desde la llegada de la primera menstruación, siempre en el momento del mes en el que se ha retirado el período. “Si una aprende a tocarse la mama va a reconocer las irregularidades habituales y estar atenta para lo nuevo que aparece”, argumenta la especialista y consultora en Oncología a El Teclado, y sugiere prestar atención a “un bulto en la mama o algo que molesta cuando se cierra la axila”.

Además, agrega que “alrededor de un 80% de los nódulos que aparecen en la mama son benignos, pero para eso es necesario que un profesional la revise y evalúe con estudios”. 

En paralelo -señala- es fundamental realizar una consulta ginecológica periódica desde la adolescencia y una mamografía por año a partir de los 40, que es cuando “la curva del cáncer realmente empieza a subir”, sostiene.

Y alerta que “tocarse un nódulo es tardío. Los estudios demuestran que el tamaño promedio en el que una mujer se auto-detecta el cáncer de mamas es en general en el tamaño de una nuez o una almendra, y eso ya es 1,5 ó 2 centímetros”.

“El tamaño en el momento de la detección se comporta como un factor pronóstico para la posibilidad de curarse pero también para toda la batería de tratamientos que una se tiene que hacer”, explica.


[Foto: Pexels].

La noche en que Natalia Sandler se palpó el nódulo en el pecho no le dijo nada a su familia, pero al día siguiente pidió un turno con el ginecólogo de la clínica en la que habían operado a su hermana.

Después de todos los estudios de rigor, llegó el resultado: “tenía el mismo tipo de tumor que mi hermana: era un caso de bajo riesgo y estaba agarrado a tiempo”, cuenta Natalia, que vive en Trelew y trabaja en el área de prensa del Ministerio de Salud de Chubut. 

Por eso luego de la operación, en la que sólo le extrajeron el tumor, tuvo que realizar radioterapia y un tratamiento hormonal, sin quimioterapia.

Hoy Natalia es mamá de Elián, de 5 meses, un bebé muy deseado que se alimenta exclusivamente de teta. 

“Siempre leí y me informé mucho acerca de la posibilidad de que el cáncer vuelva. Luego de hacerme un montón de controles, que me dieron bien, y con el apoyo de mi oncólogo y mi ginecólogo, decidí buscar un embarazo”, relata a El Teclado.

Su hermana -aquella a la que acompañaba post-cirugía- también se curó de la enfermedad.

“Detectado a tiempo, el cáncer de mama tiene 95% de probabilidades de curación”, asegura Fabiana Marmissolle. “Y después de todo ese proceso hay una vida: se puede tener hijos, se puede emprender un proyecto laboral, se puede incluso ‘dinamitar’ lo que se hizo hasta ese momento y empezar algo de cero. Como toda enfermedad que te confronta con la posibilidad de la muerte, te da una oportunidad”, remarca la médica.


La lactancia es, como la menarca tardía y la menopausia temprana, uno de los factores hormonales que protegen a las mujeres contra el cáncer de mamas. Pero, como todos, no es infalible.

Cuando a principios de 2021 Guadalupe Russo, trabajadora de PAMI y guardavidas de la ciudad de Ayacucho (provincia de Buenos Aires) se palpó un bulto en la axila derecha, pensó que podría ser un conducto tapado y el inicio de una mastitis, ya que estaba amamantando a su beba de un año. 

Pero las semanas pasaban y la dureza seguía ahí: “Cande tomaba un montón de la mama derecha, entonces me di cuenta de que no era algo vinculado a la lactancia. No me dejé estar y le consulté a mi ginecóloga, que es una genia y abrió el consultorio el viernes 9 de julio, que era feriado, convencida de que lo mío era otra cosa”, dice a El Teclado.

Su bisabuela y su abuela habían tenido cáncer de mamas, así que creció sabiendo que debía controlarse.

Ese feriado, la médica la palpó y la mandó a hacer una ecografía. Como los resultados no fueron buenos, siguieron los análisis de rutina en estos casos y unas semanas después, en lo que define “el peor mes de mi vida”, llegó la confirmación: carcinoma ductal invasor - Her2 positivo.

Guadalupe asegura que la primera pregunta que se hizo fue “¿por qué no a mí?” y que eso cambió por completo su mirada hacia el tratamiento.

“El 3 de septiembre, un día después que naciera mi primer ahijado y segundo sobrino, estaba empezando mi primera sesión de quimioterapia”, recuerda. Fueron 6 sesiones en total, una cada 21 días, para tratar de reducir el tumor.

Finalmente, en enero de este año le practicaron la cirugía en La Plata: le realizaron una cuadrantectomía y le extrajeron el ganglio centinela, aquel en el que se había encontrado la dureza, y -por prevención- le sacaron 3 ganglios más de la axila.

“Cuando entrás al quirófano firmás un consentimiento informado que dice que si lo que encuentra el patólogo en ese momento es malo, te sacan toda la mama. O sea que vos firmás que podés dormirte con la teta puesta y despertarte sin la teta”, relata.

Después vinieron las 20 sesiones diarias de rayos y la terapia hormonal. Guadalupe cuenta que tuvo que hacer varios duelos: por quedarse pelada, “en todo el cuerpo literal”, y por “tener que destetar a Candelaria de manera intempestiva”. 

Hoy, mientras continúa con el tratamiento hormonal, apunta a la concientización sobre la enfermedad. “Muchas veces creemos que somos jóvenes e inmortales y no nos hacemos los controles, pero en este tiempo yo vi muchas, pero muchas, chicas de 25, 30 años con cáncer de mamas”, destaca.


En abril de 2013, cuando se encontró “una piedrita en la teta izquierda”, Ángeles Alemandi -periodista y escritora- tenía 32 años, un bebé de un año y estaba por mudarse desde la Ciudad de Buenos Aires a General San Martín, un pueblo de la provincia de La Pampa.

Su ginecóloga de cabecera le restó importancia: lo atribuyó a que hacía pocos meses que había dejado de amamantar, le indicó algunos estudios, le dijo que los resultados habían salido bien y que debía volver a controlarse en 6 meses. 

“Pero apenas pasados los 3 meses, tuve la seguridad de que lo que sentía era que esa piedrita crecía”, relata Ángeles, editora del portal ‘En Estos Días’ de la Fundación de Periodismo Patagónico.

Su mamá había tenido cáncer de mamas siendo muy joven, y eso la marcó. “Atendí mucho mi cuerpo en relación a esa experiencia de mi mamá. Me hacía el autoexamen intuitivamente, sin tener conciencia de que eso era un autoexamen”, recuerda ante la consulta de El Teclado

Ya instalada con su familia en La Pampa, consultó con otros profesionales y los estudios le dieron la razón. “Mi médico decía que el tumor tenía todas las características de un ‘tumor inquieto’, de esos que se empiezan a mover en el cuerpo. Incluso, habiendo pasado poco tiempo, ya tenía las glándulas de las axilas tomadas”, explica.

Ángeles no pretende dar cátedra: es consciente de que a ella le tocó el cáncer de mamas pero que "a todo el mundo le pasa algo tremendo en la vida". “Sí creo que es clave conocer nuestro cuerpo y estar atentas a las señales que nos da, no dejarse estar ni pensar que todo es emocional o producto del estrés”, asegura.

A los 15 días del diagnóstico ya había empezado con la quimioterapia; le siguió una mastectomía bilateral y sesiones de rayos.

En 2020 publicó el libro “Rally de santos”, una crónica de 144 páginas en la que cuenta con humor cómo fueron esos 9 meses de tratamiento.

Hoy, a casi una década de esa experiencia, está convencida de que más allá de las voluntades individuales -tocarse, hacerse los estudios- es fundamental que el Estado lleve adelante campañas de concientización con acciones concretas. 

“Creo que estas ‘campañas rosas’ contra el cáncer tienen que estar acompañadas de políticas públicas. Tenemos que tener acceso a mamógrafos, que las mujeres puedan realmente hacerse estos estudios, porque, si no, es todo maquillaje”, piensa.


Como en cada experiencia de la vida, la manera de transitar esta enfermedad es única e individual.

Natalia sostiene que atravesar el cáncer le cambió, para bien, la relación con su cuerpo: “antes del diagnóstico era hipocondríaca y tenía muchos síntomas de ansiedad, así que durante mucho tiempo -primero por el miedo y luego por la enfermedad real- me relacioné con mi cuerpo desde el sufrimiento. Siento que recién ahora, después de mucho tiempo, puedo disfrutar de mi cuerpo y experimentarlo desde el bienestar y la salud”, asegura.

Ángeles, por su parte, dice que el cáncer acentuó sus temores en relación a las enfermedades. “El tumor desapareció pero hay que convivir con ese fantasma de que sos paciente oncológica el resto de tu vida, de que tenés que hacerte controles en forma permanente”, afirma, y se ríe: “después de esto, me pasaría por un escáner a cada rato; me duele algo y ya quiero que me hagan una endoscopía”.

En algo coinciden: esta experiencia las llevó a valorar lo cotidiano, lo pequeño de la vida.

“Dejé de ver problemas donde no los hay”, dice Natalia. “Hoy relativizo mucho todo. Vista desde afuera puedo parecer poco involucrada, pero sé que hay cosas más importantes, aunque parezca una frase hecha, como mi salud y la de quienes me rodean”, agrega.

Ángeles acota que ahora le da más importancia a "las pequeñas cosas", como “escuchar los pajaritos cantando en el árbol de mi patio y salir a andar en bicicleta con mi hijo". "La vida es ahora todo el tiempo”, define.

Hace unos días, Guadalupe contó su experiencia en Facebook. En el tramo final de su mensaje, remarcó: “La diferencia siempre, siempre, va a estar en controlarse y hacerse los exámenes pertinentes. Y si podés sumale un autocontrol, cuando te bañes, cuando estés acostada... Miralas, tocate, palpalas. Creeme, hace la diferencia”, escribió.

“Y si este post te llega en el momento en que lo estás atravesando, dejame decirte que te entiendo, que sé que no es fácil, pero que también sé que SE PUEDE. Metele para adelante!”, cerró. [El Teclado].




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