El próximo martes
10 se cumplen 4 años de la entrada en vigencia de la Ley nacional 27.499 -‘Ley Micaela’- una norma disruptiva que obliga a todas las personas que se
desempeñan en la función pública en todos sus niveles y jerarquías a
capacitarse en materia de género y violencia contra las mujeres y disidencias.
La Ley -que lleva
el nombre de Micaela García, víctima de femicidio en 2017- plantea un enorme
desafío a nivel estatal: implica la formación de todas las personas que
integran los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación y de todas
las provincias en una temática sensible, que genera resistencia en algunos
ámbitos.
Quienes trabajan en
la aplicación coinciden en que les gustaría una mayor agilidad y fluidez en los
procesos de ejecución de la Ley, aunque no desconocen los logros alcanzados.
“En los poderes
judiciales, por ejemplo, la implementación viene muy lenta y se está haciendo de
manera incompleta; las capacitaciones están desactualizadas y las hace quien
quiere, no están citando a todo el personal”, cuenta Andrea Lescano, mamá de
Micaela y presidenta de la Fundación Micaela García “La Negra”.
“Necesitamos que
los jueces -principalmente los de la plana mayor- se formen para que realmente
haya sentencias con perspectiva de género”, remarca Lescano a El Teclado.
La urgente
necesidad de formación en género por parte de jueces y juezas no es un
capricho: el 1º de abril de 2017, Micaela -estudiante de Educación Física y
militante del movimiento “Ni una menos”- fue secuestrada, violada y asesinada e
Gualeguay (Entre Ríos) por Sebastián Wagner, un condenado por abuso sexual beneficiado
con la libertad condicional -pese a los informes técnicos que desaconsejaban su
liberación- por el juez de Ejecución de Penas de Gualeguaychú, Carlos Rossi.
El año pasado, la
Fundación realizó junto a otras organizaciones feministas un monitoreo sobre la
aplicación de la Ley en los Poderes Judiciales de todo el país.
Los resultados del estudio
no fueron muy alentadores: sólo un 29% de las jurisdicciones respondió en
tiempo y forma el pedido de información pública, mientras que un 17% directamente
no respondió; hasta el momento, únicamente 5 provincias cuentan con más del 50%
de su personal judicial capacitado en materia de género y hasta diciembre de
2021 sólo el 25% de las jurisdicciones del país había completado al menos una
cohorte de trabajadores y trabajadoras capacitados.
“El monitoreo fue
bastante engorroso, y eso que fuimos varias organizaciones haciendo el
trabajo”, dice Lescano, y agrega: “pasa que el Poder Judicial no es
transparente. Ellos no respondieron al petitorio que hicimos sino que
respondieron lo que quisieron”.
De todas maneras,
reconoce que “vemos una leve mejoría, eso no se puede negar, pero la
implementación viene demasiado lenta”, y ejemplifica que “los Colegios de
Abogados están teniendo otra mirada, es decir que a esa mejoría las vamos a ver
en el futuro, en los nuevos profesionales”.
“Si bien implica
capacitar específicamente a los agentes del Estado, creo que fue la sociedad la
que se apropió de la Ley”, reflexiona Lescano, y asegura: “aunque hagan los
cursos para ‘estar a la moda’ o porque ‘hay que ir con la ola’, celebramos que
de alguna manera la perspectiva de género vaya ingresando en trabajadores y
trabajadoras”.
La Fundación se
encuentra desde hace 2 meses monitoreando la implementación de la legislación
en comunas y municipios de todo el país, un trabajo inmenso que se está
haciendo de manera artesanal con el voluntariado de la organización.
“Primero pedimos la
información a los órganos de aplicación de la Ley y, si no obtenemos
respuestas, les pedimos a las concejalas que nos acerquen los datos, apuntamos
a su sororidad”, explica Lescano. “Es un trabajo de boca en boca”, reconoce.
De acuerdo a la Ley
nacional, los ministerios y demás organismos estatales deben enviar al
Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad -a cargo de la aplicación de la
norma- un plan de capacitación diseñado específicamente para su área de
competencia. La cartera que dirige Ayelén Mazzina Guiñazú podrá realizar
sugerencias o modificaciones sobre ese programa.
La participación en
las capacitaciones es obligatoria; de negarse, el trabajador o trabajadora puede
recibir una sanción disciplinaria.
De acuerdo a
información pública, hasta el momento, el Ministerio de las Mujeres de la
Nación formó a 158.522 agentes y autoridades del Estado y llevó adelante
alrededor de 1.867 cursos y talleres en ámbitos estatales, empresariales,
sindicales, deportivos y medios de comunicación.
En marzo de 2019 la Legislatura de la provincia de Buenos Aires aprobó la Ley 15.134, denominada ‘Ley Micaela Bonaerense’.
Hasta el momento,
cerca de 10 mil trabajadores de los 600 mil que tiene el Ejecutivo provincial
-un 1,6%- realizaron el curso completo.
“Para mí que soy
muy ansiosa son muy pocas personas”, reconoce Cintia Rogovsky, directora
provincial de Formación, Investigación y Políticas Culturales para la Igualdad
del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual bonaerense.
El Ministerio es el
órgano responsable de la implementación de la norma en el ámbito del Poder
Ejecutivo bonaerense y está trabajando muy fuerte en la temática. Entre otras acciones, la cartera que conduce Estela
Díaz dicta cursos de sensibilización para las autoridades de cada área y
variedad de talleres para formadores y formadoras. Además diseña los materiales
y los contenidos curriculares mínimos y ofrece colaboración en las
capacitaciones a los 135 municipios bonaerenses, al igual que a los restantes
poderes del Estado (Legislativo y Judicial).
“La Provincia tiene
47 organismos, y cada uno es soberano, así que nosotres no imponemos,
promovemos”, afirma Rogovsky a El Teclado. “En ese sentido -agrega- es que
vamos dialogando con quienes nos indican como referencia: en algunos casos son
los equipos interdisciplinarios de género, en otros las subsecretarías, en
otros los directores provinciales, eso depende de cada área. En el Ministerio
de Producción, por ejemplo, el ministro Augusto Costa lo tomó como una prioridad
y desde entonces se ocupan fuertemente del tema”.
Pero no todos los
directivos tiene el mismo interés. Rogovsky se refirió en ese sentido a los
obstáculos que en ocasiones se presentan para la realización de los talleres. “Ésta
es una política disruptiva y contrahegemónica, y la resistencia, cuando
aparece, se da de muchas maneras, nunca es abierta. Hay casos en los que se
ponen obstáculos para que los trabajadores hagan el curso en horario laboral o
en los que se pretende que lo hagan en la casa, ‘cuando quieran’”, cuenta.
La aplicación de la
Ley prácticamente coincide con la pandemia de coronavirus y sus consiguientes
“cuarentenas”, con lo cual muchos empleados/as se formaron de manera virtual.
Hoy, a 3 años de la
aparición del COVID-19, con vacunaciones masivas y todas las actividades comerciales
y recreativas habilitadas, Andrea Lescano considera que “se está abusando de la
virtualidad”. “La virtualidad no está mal para llegar a todos los lugares, pero
en esta temática se necesita interactuar con el resto, ver qué piensan los
demás, escuchar otras ideas y no estar detrás de una computadora contestando un
‘múltiple choice’”, dice.
Otras de las
falencias que señala es que “a nivel nacional hay pocas capacitadoras”. “En
cada curso debe haber, como mínimo, 2. Porque son temáticas con las que no
todos están de acuerdo y en las que hay que escuchar todas las campanas. A
veces aparece alguien que agrede a la capacitadora y en esos casos es necesario
que haya otra persona que pueda socorrerla y acompañar esa situación”, explica.
En el balance,
Lescano se inclina igualmente por los aspectos positivos, que son muchos y bien
concretos. “Tenemos buenas devoluciones. A veces nos relatan que han empezado a
hablar del tema con compañeros y compañeras en sus ámbitos de trabajo, o nos
dicen que ahora se dan cuenta de lo que pasaba a su alrededor”, asegura.
“O nos dicen que
por ‘culpa’ de los talleres tienen un montón de denuncias, o que ‘ahora no se
puede hacer ni un chiste, no se puede decir nada’. Y a eso también lo tomamos
como algo positivo”, destaca la presidenta de la Fundación Micaela García.
Cintia Rogovsky
hace hincapié en aspectos similares: “después de los cursos aparecen denuncias
que creemos que no hubieran aparecido si las personas no hubieran realizado las
capacitaciones”, concuerda, y amplía: “hay situaciones de violencia de género
en el ámbito de trabajo que no eran leídas como tales. Y también se toman
decisiones interesantes después de hacer las capacitaciones. Por ejemplo, hoy
en todas las cabinas de los peajes de la Autopista Buenos Aires-La Plata hay
afiches con la línea 144 y eso es el resultado del curso que hicimos en el marco
de Ley Micaela”. “AUBASA -la concesionaria- es una empresa altamente
masculinizada, en la que algo se movió”, subraya.
“En el municipio de San Martín incorporaron a mujeres como inspectoras de tránsito, hoy son el 75% del plantel, y establecieron un protocolo de trato a las personas en la vía pública”, concluye. [El Teclado].