En los últimos meses, a 1 de cada 4 niños, niñas y adolescentes argentinos de entre 9 y 17 años un adulto les pidió contenido sexual mediante Internet y, en el 30% de los casos, quien requirió ese material fue una persona conocida por el o la menor de edad.
Los resultados de una encuesta realizada a más de 5.500 jóvenes
de todo el país por la ONG Grooming Argentina son realmente preocupantes. Según
el estudio, 6 de cada 10 niños, niñas y adolescentes entablaron relación con
personas desconocidas en los juegos en red y en 2 de cada 3 conversaciones con
desconocidos recibieron propuestas de “noviazgo”.
El trabajo reveló
además que actualmente los chicos y chicas obtienen su primer teléfono celular
a los 9 años y que permanecen un promedio de 6 horas diarias conectados en la
web.
“Hay chicos que no saben cruzar la calle pero tienen un
celular”, dice Hernán Navarro, fundador de la ONG creada en 2014 para
concientizar, prevenir y erradicar el grooming, como se denomina al acoso
sexual a menores de 18 años por parte de personas adultas a través de medios
digitales.
Uno de las dificultades con esta problemática que se ejecuta
a través de redes sociales, juegos en línea, mensajes de texto y correo
electrónico, entre otros, es que muchas veces las familias no saben de qué se
trata; por ende, no siguen pautas de cuidado cuando en el hogar se utilizan los
aparatos electrónicos, no tienen herramientas para reconocer las señales de
alarma e incluso no radican la denuncia una vez detectado el acoso sexual.
“El mundo adulto desconoce sobre qué hay que advertir a un
hijo al cual le da un dispositivo a los 9 años, que es la edad en la que en
general se emancipa digitalmente. Cuando le damos un celular a un chico,
automáticamente le estamos dando una herramienta que por supuesto no tiene la capacidad
para administrar. Hoy tener un celular en el bolsillo es sinónimo de tener una
computadora en el bolsillo”, asegura Navarro a El Teclado.
Y agrega que “esto se agrava más cuando lo trasladamos a la
comunidad educativa: los estudiantes no adquieren un mensaje de precaución por
parte de las familias pero tampoco lo adquieren en la escuela. Los Estados
deberían incorporar políticas públicas tendientes al reconocimiento de las
competencias digitales. Hoy los chicos no saben ni siquiera cómo configurar un
WhatsApp, no lo aprenden en casa y no lo tienen como una materia en la
educación formal”.
En ese sentido, el director de la ONG amplía que “estamos
ante una generación de entre 14 y 17 años que se está quedando atrás, que
lamentablemente no va a poder trasladar un mensaje de protección a sus propios
hijos. Desde Grooming Argentina creemos que estamos ante un momento clave para
no perder a otra generación en ese trasvasamiento hacia lo digital; por eso nos
estamos abocando a la generación de entre 9 y 13 años, para que podamos
revertir ese cambio de paradigma que vino a profundizar la pandemia”.
- ¿Las familias debemos controlar la actividad de niños,
niñas y adolescentes en Internet?
- Creo que, desde lo fáctico, el control es efímero y además
es una utopía. Más allá de que al control yo lo asumo como una vulneración de
derechos -ya que invadir la privacidad de nuestros hijos es avasallarles un
derecho personalísimo- la realidad es que desde el punto de vista técnico el
control no existe. Nosotros decimos que el software de control parental más
sofisticado al día de hoy es la comunicación: instaurar pautas, normas de uso,
de desintoxicación digital y reconocer los límites. Hoy estamos viendo a una
familia que está anestesiada en materia digital.
- ¿A qué edad considera que los chicos y chicas deberían
introducirse en el manejo de las redes sociales?
- Creo que una especie de adultez en materia digital son los
13 años, y así lo determinan la mayoría de las plataformas, pero creo que
también hay que trabajar fuerte en los conceptos y el lenguaje, que construye
realidades: el imaginario social ha construido durante años que se trata
simplemente de ‘abrir una cuenta en una red social’, pero la verdad es que
asumimos una identidad digital en esa red social, que es algo muy distinto.
Cuando les damos un dispositivo a los 9 años les estamos dando la posibilidad
de adquirir una identidad digital a los 9 años, con todo lo que eso conlleva. Y
esa identidad digital es la identidad real de la persona, por más que se
exprese desde otro medio. Por eso lo que nos pasa en Internet es real y no es
virtual; causa un impacto que es real en la vida de las personas.
La Ley nacional de 26.904 -sancionada en 2013- incorpora el
artículo 131 al Código Penal de la Nación y establece que “será penado con
prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años el que, por medio de comunicaciones
electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de
datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer
cualquier delito contra la integridad sexual de la misma”.
La Ley 27.590 de noviembre de 2020 -llamada “Mica Ortega”,
en homenaje a la niña de 12 años asesinada en 2016 por Jonathan Luna luego de
ser contactada y engañada a través de un perfil falso de Facebook- crea un
programa nacional de prevención y concientización en la materia.
“Pero esa Ley instaló mal el término ciberacoso y generó más
confusión que otra cosa”, asegura Navarro.
Y amplía que “en el título habla del ‘grooming o el
ciberacoso’, dando a entender que son lo mismo, cuando en realidad no lo son.
El ciberacoso -también llamado ciberbullying- es una problemática que se da
generalmente entre pares y el grooming conlleva contenido sexual y es un
delito.
“Eso pasa cuando los legisladores no convocan a las
organizaciones especializadas. No digo que ellos tengan que saber sobre todos
los temas, pero para eso tienen asesores. A la hora de promover esa norma no
nos convocaron y los resultados son estos”, destaca.
- ¿Crecieron los casos de grooming en los últimos años?
- Sí, hay un quiebre excepcional que originó la pandemia. En ese período, el aumento del grooming en Argentina fue cercano al 200%. Y ahora, en verano, estamos viviendo el mismo clima que durante la pandemia: hiperconectividad -que entendemos como hipervulnerabilidad- y niños, niñas y adolescentes sin escolaridad. Y luego hay mucha cifra negra en la Argentina porque hay mucha gente que no sabe que esto es un delito y, si lo sabe, no sabe cómo y dónde denunciarlo, o no sabe cómo preservar los medios probatorios. Hay que tener en cuenta que la evidencia digital es muy escurridiza y se puede perder absolutamente toda la prueba en cuestión de segundos. Así que termina siendo más factible que el grooming no llegue a la Justicia a que llegue. [El Teclado].
DÓNDE DENUNCIAR
Según la “Guía práctica sobre grooming para padres, madres, familias y docentes del Ministeriode Justicia y Derechos Humanos de la Nación”, entre las señales de alarma del
grooming se encuentran “los cambios de conducta o humor del niño, niña o
adolescente”.
“Si presenta repentina tristeza, baja su rendimiento
escolar o quiere estar mucho tiempo solo o sola, si se observa nerviosismo o
ansiedad respecto del uso de los dispositivos", se debe prestar mucha atención,
propiciar el diálogo con el chico o chica y realizar la consulta o denuncia
ante los canales pertinentes, sostiene la Guía.
En la provincia de Buenos Aires el delito de grooming se puede denunciar en la comisaría más cercana al domicilio o en las fiscalías referentes.
También se puede pedir asesoramiento en la Línea 137 y la Línea 102.