La historia oficial
sostiene que el 8 de marzo se recuerda la muerte de más de un centenar de
trabajadoras textiles de Nueva York que en 1908 reclamaban por mejoras de las
condiciones laborales.
Pero en varios países
el 8 de marzo, el Día de la Mujer Trabajadora, fue hasta hace pocos años un día
generalizado de festejo, una suerte de “celebración” de la condición de ser
mujer.
En Argentina, hace
varios años se inició un proceso de revisión de lo que significa esta fecha y
el 2023 encuentra a los movimientos de mujeres y disidencias en las calles,
marchando con consignas por la igualdad y contra la violencia de género,
parando –las que pueden, hay que decirlo- en sus lugares de trabajo.
¿Cómo pasamos del
banal “feliz día” con flores o chocolates incluidos a una jornada de
visibilización de la violencia y las desigualdades por razones de género? ¿Cómo
ocurrió esa transformación colectiva?
“Creo que,
masivamente, el cambio se dio a partir de junio de 2015, con el primer #niunamenos; ése fue un momento bisagra”, dice a
El Teclado Ada Beatriz Rico, fundadora y actual presidenta de la asociación
civil ‘La Casa del Encuentro’.
“En los últimos
años hubo una toma de conciencia por parte de la sociedad, que entendió de qué
hablamos cuando hablamos de violencia de género”, sostiene Rico, además
directora del Observatorio de Femicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano”.
“Muchas veces se
piensa que violencia de género sólo es el golpe o el femicidio cuando en
realidad vivimos micro-violencias todo el tiempo”, agrega y ejemplifica que “el
piropo, que estaba muy naturalizado y pasó a considerarse acoso callejero, aún
está presente; todavía muchos varones les dicen groserías a las mujeres en la
calle”.
Rico celebra la
masificación de las demandas feministas pero alerta: “igualmente en algunos
medios de comunicación, sobre todo del interior, se sigue mostrando el 8M como
un día de festejo. Y en ciertos sectores sociales de todo el país sigue estando
esta especie ‘celebración’”, asegura.
Claudia Carpintero,
secretaria general de la Red Provincial por Mujeres Libres de Violencias y
profesora de Historia, opina por su parte que el proceso de mayor
concientización sobre esta fecha se registra “en la última década”, aunque
destaca que la lucha comenzó mucho antes.
“Esto tiene que ver
con el caminito que hicieron otras mujeres. Las luchas en los 60’ y los 70’ fueron
fundamentales para que nosotras hoy estemos en la calle y tengamos voz pública
y propia”, afirma Carpintero, además directora de Relaciones Comunitarias para
el Abordaje de las Violencias de la Cámara de Diputados bonaerense.
“En la última
década se dinamizó este proceso de concientización, que se visibiliza en los
paros de las mujeres trabajadoras”, analiza ante la consulta de El Teclado, y
subraya que “esto tiene que ver con una situación política que viene cambiando
para las mujeres y diversidades, con una agenda que nos ubica en un lugar de
mayor visibilidad”.
En ese contexto coloca
a los Encuentros Nacionales de Mujeres, que “fueron construyendo fortalezas: en
principio participaban sólo 200 mujeres y hoy son multitudinarios”. “Esas son
construcciones históricas”, explica.
Ofrecer y recibir regalos
en fechas emblemáticas es una costumbre muy arraigada dentro del sistema
capitalista. El mercado -y el patriarcado- lograron de alguna manera des-historizar
el Día de la Mujer dificultando la posibilidad de reflexión acerca de su
verdadero origen.
Recorrer el camino
inverso y devolverle el sentido más genuino es el desafío que afrontan las
organizaciones feministas.
“No nos convertimos
en odiadoras de las flores ni los bombones”, dice a El Teclado Maia Luna,
representante en La Plata de la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá). “Pero sí tenemos la preocupación de poner en
evidencia, de visibilizar, de dejar de naturalizar aquello que oculta la violencia
sistemática que vivimos a diario, y con esto nos referimos a todos los tipos de
violencias con que convivimos”, agrega.
“Los bombones y un
peluche después de una golpiza, de los celos, del maltrato… pero también los
bombones de un jefe que nos paga menos por ser mujeres, que utiliza su relación
de poder en cuanta instancia puede, los bombones para ‘felicitarnos’ por ser
quienes sostenemos el hogar funcionando, a costa de todo. Los bombones por ‘criar’
hijes mejor que nadie, incluso en absoluta soledad”, ejemplifica.
“El problema no son
los bombones -aclara la docente y militante social- pero hemos decidido
manifestarnos en todo cuanto nos sea posible para desandar esto construido. Y
para desandar, hay que desaprender bastante de todo aquello que
aprendimos”.
Pero si bien ha
habido avances innegables, es mucho lo que falta: bien entrado el siglo XXI
siguen siendo las mujeres quienes mayoritariamente se ocupan de las tareas
domésticas y quienes tienen menos posibilidades de acceder a los puestos de
poder, cualquiera sea el ámbito.
“En la formalidad
las mujeres hemos conquistado un montón de derechos: Ley de Cupo en cuestiones
electorales, Ley Micaela, visibilización de la problemática. Pero las mujeres
que tienen a cargo la crianza y los cuidados familiares vivimos en la
prehistoria todavía”, señala Claudia Carpintero, y amplía que “las tareas de
cuidado que llevamos adelante las mujeres, que son trabajo porque aportan entre
un 14 y un 15% al Producto Bruto Interno, generan ganancias y esas ganancias no
vuelven a nosotras”.
En este marco,
reclama la urgencia de “un salario para quienes realizamos las tareas de
cuidado”.
Y en cuanto al
abordaje estatal de la violencia de género, Carpintero asegura que “cuando
vamos a las particularidades, las mujeres nos seguimos encontrando en
situaciones de muchísima fragilización. Basta pensar por ejemplo en los
programas nacionales para prevenir las violencias que salen a cuentagotas, que
son para casos de alto y altísimo riesgo, que duran 6 meses y que no tienen
programas de inserción laboral”.
Maia Luna analiza
por su lado que “cierto es que los feminismos hemos logrado muchísimos avances
a lo largo de la historia” aunque destaca que “aún queda mucho, y que no se
trata sólo de nuevas conquistas (aunque viejos reclamos) sino también de
resguardar aquellas alcanzadas, pues está a la vista que quienes se oponen a
estos derechos no descansan ni retroceden”.
“Parece exagerado pero, por si acaso, en nuestro país es asesinada una mujer por día, sólo por ser mujer”, remarca.
Ada Rico coincide
en que “en este momento hay un retroceso en el que al movimiento feminista se
nos están cuestionado un montón de cosas. Pero estamos acostumbradas a que así
sea, a que cada tanto venga un ataque. Estamos fortalecidas para defendernos”.
“La sociedad tiene que entender que no estamos ‘en contra de’, sino ‘a favor de’; no estamos en contra de los hombres, estamos en contra de la violencia que ejercen los agresores. Yo dirijo el Informe de Femicidios; no me van a decir a mí las cosas que hacen ellos”, concluye la presidenta de ‘La Casa del Encuentro’. [El Teclado].
El 8 de marzo de 1908, 129 mujeres murieron en un
incendio provocado por su empleador de la fábrica Cotton de New York (Estados
Unidos) mientras ocupaban la empresa en reclamo de mejores condiciones
laborales.
Según publica el Ministerio de Cultura de Argentina: “el
motivo (de la protesta) se debía a la búsqueda de una reducción de jornada laboral
a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas
actividades y las malas condiciones de trabajo que padecían”.
“El dueño de la fábrica ordenó cerrar las puertas del
edificio para que las mujeres desistieran y abandonaran el lugar –continúa-.
Sin embargo, el resultado fue la muerte de las obreras que se encontraban en el
interior de la fábrica. Ese mismo año, el 3 de mayo, se realizó un acto por el
día de la mujer en Chicago, preámbulo para que el 28 de febrero de 1909, en
Nueva York, se conmemore por primera vez el “Día Nacional de la Mujer”.
En su página web, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala por su parte que “el Día Internacional de la Mujer, que empezó a
conmemorarse por la ONU en 1975 y dos años más tarde fue
proclamado por su Asamblea, encuentra sus orígenes en las
manifestaciones de las mujeres que, especialmente en Europa, reclamaban a
comienzos del siglo XX el derecho al voto, mejores condiciones de trabajo y la
igualdad entre los sexos”.