Dolor. Un dolor permanente e incapacitante en el abdomen
y la pelvis, generalmente durante el período menstrual. Un dolor que no se
retira después de uno, de dos, de varios de esos calmantes de venta libre. O que se
retira y enseguida vuelve, un dolor que “te deja de cama”.
Eso refieren la mayoría de las mujeres que llegaron al
diagnóstico de endometriosis, una enfermedad crónica que hasta el momento no
tiene cura pero sí tratamiento para apaciguar los síntomas y evitar que
progrese esta patología que se origina
cuando el tejido que tapiza el interior del útero crece y se desplaza por fuera
de la cavidad uterina.
Se trata de una enfermedad que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a 1 de cada 10 mujeres en edad reproductiva,
que puede llegar a ser invalidante desde el aspecto físico y a afectar el
bienestar emocional y la salud mental.
En Argentina, las agrupaciones que nuclean a las
pacientes reclaman la sanción de una Ley nacional que garantice el acceso a los
tratamientos pero que también visibilice y concientice sobre la enfermedad
entre los profesionales de la salud, ya que –aseguran las activistas- “hay
mucho desconocimiento y eso retrasa el diagnóstico y empeora la calidad de
vida”.
Elizabeth Amarillo tiene 46 años y recién a los 40
confirmó que los dolores que la acompañaban desde los 13, en cada menstruación,
eran producto de la endometriosis.
“Cuando estaba indispuesta tenía que faltar una semana a
la escuela. Yo me moría de dolor, tenía menstruaciones de 20 días y los médicos
me decían que era normal o me mandaban al psicólogo o al psiquiatra”, cuenta a
El Teclado.
Elizabeth vive actualmente en General Rodríguez,
provincia de Buenos Aires, pero creció en el barrio Ejército de los Andes,
conocido popularmente como Fuerte Apache. A los dolores constantes tuvo que
sumarle el prejuicio y falta de empatía de los profesionales sanitarios que la
atendieron. “Cada vez que iba a una consulta, los ginecólogos ni me
miraban a la cara; estaban más preocupados en decirme cómo hacer para no
embarazarme que en escucharme los síntomas”, recuerda.
Y continúa: “sufrí mucho maltrato en las guardias, y no
solamente en las ginecológicas. Al tener tantos síntomas –colitis,
constipación, dolor de cabeza, de columna, de piernas- vas a todos los
especialistas: clínico, gastroenterólogo, traumatólogo y todos te dicen que no
tenés nada porque no aparece nada en ningún estudio”.
“Recién a los 40 años entré al quirófano para ver qué
tenía porque nunca me encontraban nada. Ahí descubrieron que tenía el abdomen
lleno de pus y, por debajo, estaban todos los órganos pegados”, relata
Elizabeth, que hace 5 años creó la asociación civil Pacientes Argentinas con Endometriosis (PAE) que nuclea a mujeres de todo el país.
Además cuenta que “a los 6 meses empeoré, ya no podía ni
caminar. Me operaron nuevamente, me sacaron el útero y las trompas; lograron
salvar la vejiga y me hicieron una reconstrucción total de pelvis”.
Hoy ya no tiene más cólicos ni sangrados, pero sí le
quedó un dolor crónico en el abdomen, que la lleva a tomar medicamentos en
forma permanente.
Para Alicia Sánchez Abella (55) la llegada de la
menopausia fue “una liberación”. “La esperaba ansiosamente”, reconoce a El
Teclado esta integrante de Endohermanas, una agrupación que nació en 2017 y que
tiene activistas en todo el país.
Alicia obtuvo su diagnóstico a los 40 años. “Muy tarde”,
asegura. “Hasta los 51 años, cuando dejé de menstruar, tuve dolores
absolutamente incapacitantes cada mes”, dice Alicia, que ya pasó por 2 cirugías
y continúa en tratamiento.
“Los sangrados eran muy abundantes. Incluso he ido a
trabajar con pañales porque trasladarme en transporte público por la Ciudad de
Buenos Aires implicaba el peligro de evidenciar las hemorragias”, confiesa.
Alicia considera que “la endometriosis es una enfermedad
humillante, que toca tu intimidad” y menciona que, por desconocimiento, la
sociedad impone más trabas a quien la padece. “El entorno no entiende por qué
si estás menstruando no podés ir a estudiar, a laburar o ir a un bautismo, por
ejemplo”, relata.
Y subraya: “La imagen de la mujer acostada hecha un
bollito es la que nos representa”.
Johana Quiroga Luna es obstetra y ginecóloga especialista
en endometriosis y trabaja en el hospital San Martín de La Plata.
Consultada por El Teclado, sostiene que “la endometriosis
es una enfermedad benigna pero crónica, con un componente inflamatorio muy
importante, que requiere de un tratamiento multidisciplinario para controlarla
y mejorar la calidad de vida de la paciente”.
“Se caracteriza, en la mayoría de los casos, por dolor intenso en cada menstruación y por generar una dificultad en la fertilidad”, agrega.
Efectivamente, según reporta la Sociedad Argentina de Endometriosis (SAE), la enfermedad está presente en el 40% de las mujeres que
no logran un embarazo.
Además, las personas con esta patología suelen tener
dolor al orinar, al defecar y al mantener relaciones sexuales; también dolor en
las piernas, la espalda y la cabeza y padecer fatiga crónica.
“Si no se trata, esta enfermedad avanza hacia los órganos pelvianos: los ovarios, el intestino, los uréteres, la vejiga, los nervios pelvianos", explica la especialista. Y destaca que es sumamente importante obtener el diagnóstico lo antes posible porque, si bien no tiene cura, los tratamientos disponibles -médicos o quirúrgicos- mejoran la calidad de vida.
“La paciente con endometriosis tiene de 5 a 10 años de
dolor mensual hasta que logra el diagnóstico porque a las mujeres siempre nos
dijeron que el dolor en las menstruaciones era algo normal” sostiene Quiroga
Luna, y añade: “todo está basado en el tabú en torno a la menstruación y en la
creencia de que es normal tener dolor”.
“Está tan naturalizado el dolor menstrual y que por ser
mujeres tenemos que aguantar, que los médicos lo minimizan: te dicen que es
colon irritable, que es por exceso de peso o que es psicológico”, remarca
Patricia Cabrera (32), creadora de “No exagero, tengo ENDO”, una red que nuclea
a mujeres con endometriosis de Rosario y la zona.
A Patricia le diagnosticaron endometriosis en 2017, a los
26 años, cuando dejó de tomar las pastillas anticonceptivas para buscar un
embarazo.
“Sin saberlo, las pastillas me estaban deteniendo los síntomas. Cuando las dejé, los malestares se duplicaron: empecé a tener muchas hemorragias y dolores pélvicos que me doblaban en dos, literalmente”, confía Patricia a El Teclado.
“Es un dolor que no te deja salir de la cama, es
incapacitante. Yo llegué a tomar un derivado de la morfina, recetado por un
médico, porque nada me calmaba”, señala.
Patricia sufrió lo mismo que muchas otras mujeres: desconocimiento y desinterés por parte de los profesionales de salud. “Tenía una ginecóloga que me trataba de exagerada. Un día caí muy grave en una guardia, me tuvieron que ingresar en silla de ruedas porque no podía caminar. Después de algunos estudios me encontraron una endometriosis profunda, nivel 4 -el más alto-, pero no me explicaron mucho más. Me largaron a la vida”, recuerda.
Al día de hoy ya le realizaron 3 cirugías –está en espera
de una cuarta- que incluyeron varias transfusiones de sangre; tiene una herida
abierta en el abdomen que se va curando de a poquito y que todavía no tiene el
alta médica.
Hasta hace poco más de un año se dedicaba al cuidado de
niños y niñas pero, por su salud, tuvo que dejar de trabajar. “Estoy bajo
tratamiento psicológico porque esto te afecta también emocionalmente”, relata.
En Argentina no hay todavía una Ley nacional sobre
endometriosis. Algunas provincias sí cuentan con legislación en la
materia pero, o no están reglamentadas -como la de Santa Fe-, o son vetadas por
las autoridades -como ocurrió recientemente en Jujuy- o se trata de leyes que
sólo buscan visibilizar la enfermedad, como la de CABA.
En este momento, varias organizaciones de pacientes e investigadores se
encuentran elaborando junto al Ministerio de Salud de la Nación una guía para
que los profesionales del nivel primario de atención cuenten con herramientas
para tratar y derivar a una paciente que llega con síntomas de endometriosis.
“Más allá de la capacitación de los médicos para que
atiendan con conocimiento y empatía, necesitamos que la enfermedad sea
declarada como crónica y que ingrese en el Plan Médico Obligatorio y el Estado
y las obras sociales tengan que cubrir los tratamientos”, explica Patricia
Cabrera, y se basa en que “la medicación es carísima; en general son pastillas
anticonceptivas que cuestan entre 9 mil y 12 mil pesos mensuales”.
“Sólo el año pasado presentamos más de 15 proyectos. Nos
invitan, hacemos una charla y todo queda en la foto”, señala por su parte
Elizabeth Amarillo. “Nos dicen que es una enfermedad compleja, que las
provincias no se van a hacer cargo de una paciente que necesita tratamiento
prolongado y que no es redituable económicamente”, agrega.
Alicia Sánchez Abella acota que “nosotras le decimos al Ministerio que somos más baratas sanas que si nos dejan a la deriva y luego terminamos con una crisis y nos tienen que atender en el hospital público”. [El Teclado].
Cada 14 de marzo se celebra el Día Internacional de la Endometriosis. Las agrupaciones se toman en realidad todo el mes de marzo para visibilizar sobre la enfermedad. La campaña se identifica con un lazo de color amarillo.