“Delia, encontramos a tu nieto, encontramos a Martín”, fue lo que oyó una tarde de primavera de 2015 una de las 12 Abuelas fundadoras de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
A la escena
siguiente, podemos imaginarla: gritos de alegría, llanto, risas, llamados y
mensajes a familiares y amigos.
Luego de casi 40
años, la búsqueda de Delia Cecilia Giovanola había llegado a su fin. Martín, el
hijo de su hijo Jorge Ogando y de su nuera Stella Maris Montesano –secuestrados
en octubre de 1976 en su casa de La Plata por un grupo de tareas de la última
dictadura cívico-militar- había recuperado su identidad.
Entre la alegría por el reencuentro se colaba la tristeza de no tener con ella a Virginia, su otra nieta, aquella que a los 3 años había quedado durmiendo en su cuna mientras la patota se llevaba a sus padres, aquella niña que Delia había tenido que criar como a una hija, aquella mujer que el 15 de agosto de 2011 -a los 38 años y mientras atravesaba una profunda depresión- se había suicidado en Mar del Plata.
“Cuando volví a
casa, el día de la noticia de la restitución, y me quedé sola pensé mucho en
Jorge y Stella Maris. Pero más que en ellos, en Virginia”, recuerda Delia en “Delia. Bastión de la resistencia” (Editorial Marea), el libro de la periodista
Soledad Iparraguirre que reconstruye esta historia, la de esta Abuela en
particular que es también la historia de nuestro país.
“Con mucha alegría por lo que la buena nueva implicaba, por lo que representaba por todos esos años de búsqueda, pero, a la vez, con un sentimiento de tristeza por no poder imaginarme cómo hubiera sido nuestra vida junto a Vicky. Cómo hubieran sido sus vidas juntos”, agrega Delia.
Desde 2018 Soledad
-marplatense de nacimiento y platense por adopción- pasó días enteros con Delia. La
entrevistó en su última casa en Villa Ballester; accedió a su archivo personal
de fotos, cartas, textos, papelitos sueltos y regalos acumulados en más de 90
años de vida; compartieron salidas y la acompañó durante sus últimos días.
Soledad recopiló, y ahora nos lo presenta, un material indispensable para
resguardar la memoria colectiva.
Delia -la Abuela que fue también, obviamente, Madre- participó activamente de la escritura del libro pero no llegó a verlo publicado porque murió el 18 de julio de 2022, unos días antes de que el manuscrito entrara en la imprenta.
“Mi tranquilidad es
que llegué a leérselo todo –era muy vaga, no le gustaba leer- y que estaba
conforme con todo lo que cuento. Ella fue la voz de su propia historia, yo solo
fui un mero puente”, asegura Soledad en diálogo con El Teclado.
- ¿Cómo conociste a
Delia?
- La conocí en mayo
de 2016, en la localidad de Beccar, partido de San Isidro, durante un acto de
colocación de una baldosa en memoria del escritor e historietista Héctor
Oesterheld, al que ella había concurrido como invitada. Nos presentó un compañero
de militancia. Le pregunté sobre Martín, porque hacía poquito que lo había
recuperado, y quedamos en contacto. En 2018, luego de una charla que dio en una
librería de La Plata, le propuse escribir sobre su vida.
- ¿Cómo fue
entrevistarla?
- Fueron grabaciones bastante caóticas. Con ella era todo así, le sonaba el teléfono todo el tiempo, así que había que parar y volver a empezar.
Delia era muy muy charlatana, se
iba por las ramas y había que volver al momento puntual. Pensá que quedan muy
poquitas Abuelas y que las que quedan están muy mayores. A Delia la convocaban
permanentemente para actividades; mucho más durante las restricciones que
impuso la pandemia de coronavirus, donde todo se hacía de manera virtual. Ella
decía que sí a todo lo que fuera hablar sobre la búsqueda de los nietos. Es
más, estaba muy entusiasmada con la idea del libro, me apuraba y quería que ya
nos fuéramos de gira para presentarlo.
Jorge Ogando y
Stella Maris Montesano fueron secuestrados en la madrugada del 16 de octubre de
1976 de su casa en calle 12, entre 68 y 69, de La Plata, cuando Stella Maris
cursaba un embarazo de 8 meses. Virginia, su otra hija de 3 años, dormía en su
cuna en otra habitación.
La patota entró en
la madrugada y se llevó a la pareja. A la chiquita la dejaron y, al parecer, le
avisaron a una vecina que en la casa quedaba una nena sola.
Los familiares,
amigos y allegados de Jorge y Stella Maris aseguran que no hay registro de que
hubieran participado de organizaciones sociales –armadas o no- ni de que
hubieran militado políticamente.
Sí se sabe que, en los días previos a la desaparición de la pareja, un grupo de tareas se había llevado a Edgardo Miguel Ángel Andreu -“Bigo”-, un estudiante que estaba alojado en la casa de la calle 12 y que Jorge había ido a reclamar por él a la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Delia no se iba de su casa sin dejar una nota indicando dónde estaba, por si su hijo regresaba. “Nunca pensé que esto duraría para siempre”, solía reconocer.
“Fue a meterse en la boca del
lobo”, diría Delia tiempo después.
Durante algunos meses, luego de la desaparición de los chicos, Delia no se iba de su casa sin dejar una nota indicando dónde estaba y cuándo volvería, por si ellos regresaban. “Nunca pensé que esto duraría para siempre”, solía reconocer.
A fines de 1976 comenzó a juntarse en la Plaza de Mayo con otras 4 ó 5 madres que también pedían por sus hijos e hijas y, en la búsqueda de su nieto, se convirtió -sin saberlo y sin quererlo- en una de las fundadoras de una organización que con los años sería reconocida a nivel mundial: Abuelas de Plaza de Mayo.
“Buscar a los nietos sin olvidar a los hijos”, fue la consigna que agrupó a estas mujeres.
- ¿Cómo era Delia?
- Tenía un
humor increíble a pesar de las tragedias que cargaba encima. Siempre intentaba
divertirse, reírse; tenía buena onda con todo el mundo. Construimos un vínculo
hermoso. Recién el año pasado noté que empezó a permitirse la emoción, cosa que
antes no. Siempre se ponía la ‘máscara de la sonrisa’ –como ella misma decía- y
salía hacia adelante, pero el año pasado me pareció que se quebraba ante
situaciones que antes no, que estaba más vulnerable. Yo creo que estaba
cansada. Aparecía algún recuerdo y abruptamente se entristecía. Sobre todo
cuando mencionaba a Vicky, de quien hablamos muchísimo porque no había un solo
día en que no pensara en su nieta. Todavía había noches en las que no podía
dormir recordando a Virginia. Su partida fue para Delia una segunda
desaparición, fue empezar otra vez a hacerse preguntas que no iban a tener
nunca una respuesta, fue revivir todo ese dolor.
- En el libro contás que, desde su adolescencia, Vicky se dedicó desesperadamente a buscar a su hermano. ¿Te cruzaste con ella en algún momento mientras vivió en La Plata?
- No, no la conocí.
Entrevisté a muchas personas que transitaron con ella distintos momentos de su
vida porque me propuse acercarme lo más posible a su vida. Delia me contaba que
con Pablo, su segundo marido, trataron de rodearla de amistades, de gente, de
crearle rutinas y por eso ella fue muy sociable desde muy chiquita. Pero por
supuesto que la ausencia de los padres era algo irremediable.
Martín Ogando
Montesano nació el 5 de diciembre de 1976 en el centro clandestino de detención
conocido como ‘Pozo de Banfield’ y creció con la identidad falseada en el
barrio de Colegiales (en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), a casi 14 kilómetros
de la casa de su abuela.
Martín, que creció con el nombre Diego Berestycki, fue comprado en una clínica privada por personas que no tenían vínculo con los militares y que siempre le dijeron que no era su hijo biológico.
Si bien en distintos momentos de su vida se le planteó la posibilidad de ser hijo de desaparecidos, sólo se realizó el examen de ADN cuando falleció la pareja que lo crió. Desde 2000 vive en Miami; allí nacieron sus dos hijas.
El 5 de noviembre
de 2015 Martín, luego de realizarse por iniciativa propia los exámenes
correspondientes, recuperó su identidad.
- ¿Cómo llegaste a
Martín?
- Lo conocí al poco tiempo de conocer a Delia. Ellos tenían un vínculo hermoso, algo que no es común entre nieto recuperado y abuela. Lamentablemente es tanto el dolor que llevan algunos nietos que la relación es muy compleja, no es ningún cuento de hadas. Si bien creo que a Martín le ha costado aceptarse como hijo de desaparecidos porque el proceso de identidad es complejo, con ella tuvo una onda increíble desde el minuto cero. [El Teclado].
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