El Papa Francisco recibió a Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, y a su hija Claudia Carlotto, directora de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (C.O.N.A.D.I) en su residencia personal de Santa Marta, junto a otros argentinos entre los que se encontraba el nieto Horacio Pietragalla y miembros de la Universidad de Roma Tre, la alta casa de estudios que la distinguió como Doctora Honoris Causa.
Se trató de un encuentro cálido y familiar, en el que con extrema confianza el líder de la Iglesia Católica y la referente de Derechos Humanos de Argentina, hablaron de política, sociedad y de la necesidad de fortalecer la hermandad y solidaridad entre los seres humanos.
“El Papa es como un hermano menor”, había declarado la presidenta de Abuelas, Francisco la siente así.
HONORIS CAUSA
La presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Roma Tre, reconocimiento impulsado por el Departamento de Lenguas, Literaturas y Culturas Extranjeras de la casa de estudios.
A continuación, el discurso completo que pronunció en su "clase magistral" durante el acto de premiación.
"Ante todo, quiero agradecer al Rector de la Universidad Roma Tre, Massimiliano Fiorucci, y en él a toda la comunidad educativa que hoy me recibe con tanta calidez y me honra con el título de Doctora Honoris Causa. Al Departamento de Lenguas, Literaturas y Culturas Extranjeras y a la querida profesora y amiga Susana Nanni, que impulsó esta distinción. A la Red por el Derecho a la Identidad de Italia, que colabora hace tantos años con Abuelas de Plaza de Mayo. A todos los queridos amigos que tenemos en este país, tan solidario siempre con la Argentina. Y a todos los presentes en esta hermosa jornada.
???? Estela y Francisco hoy en el Vaticano. pic.twitter.com/7Aeq9mXJy1
La dictadura cívico-militar que usurpó el poder en la Argentina entre 1976 y 1983, secuestró y desapareció a miles de personas por razones políticas, incluidos nuestros nietos y nietas.
En ese momento, como madres, salimos a buscarlos, ¿qué mujer no hubiera hecho lo mismo? Nos fuimos reuniendo, primero como Madres de Plaza de Mayo, más tarde como Abuelas de Plaza de Mayo, y nos dimos cuenta que juntas podíamos hacernos escuchar. Así, nuestro drama personal se fue convirtiendo en una lucha pública y colectiva.
En mi caso, todo empezó cuando gracias al testimonio de una sobreviviente pude saber que mi hija había dado a luz a un niño en cautiverio, mi nieto. Cuando me enteré, mi consuegra me dijo que no buscara sola, y me aconsejó que me contactara con otras mujeres que buscaban a sus nietos. Así me sumé a las primeras Abuelas.
Mis compañeras se alegraron con mi llegada porque, como era maestra, podía escribir cartas y documentos. La primera vez que fui a Plaza de Mayo temblaba como una hoja. Había tantos militares, caballos, fusiles. Pero mis compañeras seguían caminando y me decían: “No tengas miedo, estamos juntas”.
Al comienzo, eran días aciagos, cuando todavía esperábamos el regreso del hijo, la hija, la esposa o el compañero que nunca volvió. La ingenuidad que teníamos nos hacía pensar que los dictadores nos darían respuesta a nuestras preguntas: ¿Dónde están? ¿Dónde nacieron nuestros nietitos?
Muchas conservamos la habitación intacta, la ropa limpia, el plato en la mesa de nuestro ser querido. Preparamos el ajuar para el nieto o nieta que venía en camino y que los militares robaron a nuestras hijas y le cambiaron la identidad.
Todas habíamos visitado orfanatos, juzgados, ministerios, iglesias, y en todos lados nos habían respondido con silencio, desprecio o indiferencia. En esa época nos reuníamos en secreto porque la represión era feroz.
El paso de los meses y los años nos fueron convenciendo de que no nos devolverían a nuestros nietos y que nuestro reclamo debería sostenerse en el tiempo, hasta encontrar al último. Entonces, dejamos nuestras rutinas para salir a reclamar dentro y fuera del país.
Nos organizamos en equipos, empezamos a viajar por el mundo para contar lo que estaba ocurriendo en la Argentina y recibimos la solidaridad de gobiernos, organizaciones y personalidades. Así, fuimos consiguiendo algunos logros: las primeras restituciones y luego la formulación de un método de identificación genética que nos daría la certeza de que los niños encontrados eran nuestros nietos. No teníamos la sangre de los padres para identificarlos –porque en la mayoría de los casos estaban desaparecidos–, y la ciencia pudo resolverlo con nuestra sangre y la de nuestras familias.
En los Estados Unidos, un grupo de científicos, conmovido por nuestra lucha, trabajó durante dos años para llegar a lo que se conoció como “índice de abuelidad”. Y de inmediato, en la Argentina, logramos la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos. Un Banco único en el mundo que almacena los perfiles genéticos de las familias de los nietos y nietas buscadas, y de las personas que dudan de su identidad, para entrecruzarlos.
También hemos impulsado avances en el derecho, como la inclusión de los artículos 7, 8 y 11 en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, los tres artículos relativos a la identidad, conocidos como “Los artículos argentinos”.
Pudimos convencer a muchos profesionales de la psicología, algo escépticos, de que la verdad era la única cura para aliviar el tremendo dolor que significa, para alguien, haber sido robado violentamente de los brazos de su madre, sin haber ingresado siquiera en el lenguaje, lo cual genera un trauma difícil de dimensionar.
En 1992 exigimos al gobierno de turno la creación de un organismo estatal especializado en la búsqueda de nuestros nietos y nietas. Y así se estableció, por ley, la creación de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDi), una política pública única en el mundo, que se encarga de velar por el derecho a la identidad de las niñas y niños.
Poco después empezamos a articular la Red por el Derecho a la Identidad, primero viajando a cada provincia de nuestro país y conformando en cada lugar un nodo, atendido por vecinas y vecinos solidarios con nuestra lucha, que se encargan de difundir la búsqueda en sus territorios. Esta red se fue expandiendo al exterior, porque nuestros nietos pueden estar en cualquier lugar del mundo, y hoy funciona aquí en Italia, en España, en Francia, en Canadá y los Estados Unidos.
Siempre trabajamos con el objetivo de encontrar a nuestros nietos, que al principio eran niños, pero después se convirtieron en adolescentes, jóvenes y hoy son adultos. A medida que iban restituyendo su identidad y volviendo con su verdadera familia, muchos nietos encontrados y sus hermanos se iban incorporando a la vida institucional.
Con la llegada a la mayoría de edad los nietos comenzaron a colaborar activamente con la búsqueda. Tenían edades parecidas, gustos y consumos similares, a los jóvenes que estábamos buscando, así que las Abuelas empezamos a escucharlos con atención. En 1997, para el 20 aniversario institucional, impulsadas por los nietos organizamos el primer festival de Rock por la Identidad. Más de 50 mil jóvenes colmaron la Plaza de Mayo de la ciudad de Buenos Aires y participaron de una actividad que reafirmaba la vigencia de la búsqueda.
La cultura se empezó a constituir como un puente para llegar a los jóvenes con dudas, a sus pares y a la sociedad que comenzó a comprender la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad, y la necesidad de encontrar a los 500 niños robados por la dictadura. Fue en ese multitudinario festival que se sembró la semilla de Teatro por la Identidad.
Antes de las bandas se montó una obra que interrogaba al público: “Y vos, ¿sabés quién sos?”. Al año siguiente ese pequeño grupo de actores, actrices y dramaturgos convocó a otros cientos de actores, actrices dramaturgos y técnicos que se sumaron a la idea de realizar un ciclo de teatro para ayudarnos en nuestra búsqueda.
El ciclo fue creciendo, no sólo en la Argentina sino también en el exterior, incluida Italia, y en cada temporada se agregaron espectáculos y propuestas. El ciclo ya lleva 25 años ininterrumpidos acompañando la búsqueda y concientizando sobre el derecho a la identidad a través de cientos de obras divulgadas en escuelas, teatros, festivales y eventos en Argentina y el mundo.
Con los nietos y nietas que empezaban a preguntarse por su origen, comenzamos a fortalecer las campañas de difusión para convocar a quienes tuvieran dudas sobre su identidad y hacerlos partícipes de su propia búsqueda.
Y así como la gente del teatro se sumó a nuestra lucha, también lo hicieron músicos de todos los géneros, que participaron de Música por la Identidad; fotógrafos, diseñadores, artistas plásticos y cineastas. También se acercaron a colaborar coreógrafos y bailarines, fundando Danza por la Identidad; realizamos concursos de literatura y periodismo, y así, en cada ámbito del arte, pudimos difundir nuestra búsqueda y encontrar a nuestros nietos.
A la par, fuimos creando conciencia sobre el derecho a la identidad en la población. La lucha de los organismos de Derechos Humanos y la decisión política permitieron la consolidación del proceso de Memoria Verdad y Justicia que llegó en 2003 para quedarse: se anularon las leyes de obediencia debida y punto final; comenzaron los juicios a los genocidas y sus cómplices, y cada lugar de encierro, de tortura y de muerte se convirtió en un espacio de memoria.
Algunas de estas políticas de Estado continúan, y también continúan los juicios por delitos de lesa humanidad, donde las Abuelas somos querellantes. Hemos conseguido justicia en cientos de esas causas, la más emblemática el juicio por el “Plan sistemático de apropiación menores” en el que logramos condenar al dictador Jorge Rafael Videla a 50 años de prisión.
Hoy, algunas de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia están en peligro. Los discursos de odio y negacionismo, en muchos casos pronunciados por integrantes del gobierno de turno, intentan deslegitimar nuestra lucha y la de todos los argentinos, por la memoria y la democracia. Pero nuestro pueblo tiene memoria y el último 24 de marzo, cuando se cumplieron 48 años del golpe, salió a las calles de manera multitudinaria a reafirmar su compromiso y a gritar bien fuerte “Nunca Más”.
Mirando para atrás, desfilan por nuestra memoria tantos y variados recuerdos que reafirman nuestra convicción de que el único camino es la lucha colectiva, con amor y perseverancia.
Uno de los días más felices de mi vida fue el 5 de agosto de 2014, cuando tuve la inmensa dicha de encontrar a mi nieto. Él se presentó espontáneamente en nuestra sede con dudas sobre su origen, se realizó el análisis genético y descubrió su verdad. Es músico, como su papá, y en su corazón arde la llama de mi hija Laura. Su aparición fue maravillosa, como la de cada nieto que ha podido restituir su identidad.
A la actualidad hemos encontrado a 137 nietos y nietas. Seguimos buscando a unas 300 personas que viven con una identidad vulnerada, que en muchos casos hoy son padres y madres.
La perpetración del delito de apropiación ahora también llega a nuestros bisnietos, por eso también trabajamos en ello. Para saber cómo explicar a esos niños que son hijos de nietos restituidos y nietos de abuelos desaparecidos. Y aquí otra vez la cultura vino a tendernos una mano. Teatro por la Identidad creó obras para niños; desde Abuelas lanzamos colecciones de cuentos infantiles y juveniles para trabajar en escuelas, pero también como herramienta para nuestros bisnietos que van restituyendo su identidad junto a la de sus padres. Debemos cortar esa genealogía falsa que les impuso el terrorismo de Estado.
Por eso continuamos con la difusión de nuestra lucha. Por eso seguimos exigiendo justicia. Y por eso seguimos caminando, con las fuerzas que nos quedan, para que nunca más se repita en ningún lugar un delito tan aberrante.
Las Abuelas de Plaza de Mayo llevamos casi 47 años de lucha. Ahora nos acompañan nuestros nietos y decenas de colaboradores. Desde hace tiempo venimos planeando el relevo institucional, incorporando a nietos y nietas y hermanos que buscan en la Comisión Directiva. Hoy son los propios nietos y nietas restituidos, sus hermanos, sus familias, los que le dan impulso a nuestro trabajo. Son ellos los que han tomado la posta y realizan las tareas que antes hacíamos nosotras.
Y aunque las Abuelas que quedamos somos poquitas, porque muchas compañeras han partido, aún sentimos que caminamos juntas, tomadas de los brazos, como en aquella Plaza de Mayo en plena dictadura, con la convicción de que seguiremos buscando a nuestros nietos y nietas hasta el último aliento.
Tal vez el amor y el orgullo por nuestros hijos e hijas, la ternura por nuestros nietos, puedan hacernos ver como heroínas de esta historia. Pero nosotras siempre repetimos que no somos heroínas ni diferentes: sólo somos mujeres, madres, abuelas.
Al principio no sabíamos qué hacer, ni cómo buscar ni a quién acudir, pero con el tiempo fuimos aprendiendo a ejercitar la paciencia que requiere la búsqueda de la verdad. Y nuestros pasos fueron los que debimos dar, y los que hoy seguimos dando, aunque con bastón.
Brindamos por cada nieto encontrado, y por el recuerdo de nuestros hijos en cada uno de ellos. Porque eso nos han legado y esperamos seguir legando: donde haya un derecho humano vulnerado estaremos, por nuestros hijos, por nuestros nietos, y por nuestro pueblo. Seguiremos luchando para defender la democracia y trabajando hasta encontrar hasta el último de nuestros nietos". [Fuente: Abuelas]