Copetonas, el pueblo que festeja el mate, la torta frita y el turismo rural
Tres Arroyos es todo un descubrimiento. La ciudad despliega su arquitectura del siglo XIX e invita con sus eventos culturales y fiestas. Sin embargo la sorpresa llega cuando uno decide recorrer sus pueblos y caminos, algunos de los cuales llegan al mar. A medida que avanza el paisaje es momento de decidir cuál de los circuitos turísticos recorrer y entonces hay un nombre que llama la atención: Copetonas. Poniendo rumbo sudoeste, hacia Reta, aparece este pueblo pequeño donde dan la bienvenida los pájaros y el silencio.
Copetonas nació con la llegada del Ferrocarril del Sud en 1912. En su época de auge entre los años ’40 y ’50 tuvo 5000 habitantes. Hoy la habitan 1200 personas y es un pueblo agro ganadero. Los terrenos fueron cedidos por Pedro Carrera y Manuel Candia y fue la empresa ferroviaria la que le dio el nombre. Entre simpático y pegadizo, el nombre Copetonas se lo ganó por un tipo de perdiz que abunda en el campo, también conocida como martineta de peculiar pelaje y con un penacho en la cabeza.
El pueblo es el lugar ideal para recuperar las energías gastadas durante el viaje desde Caba, que son unos 505 km, aunque apenas hacen falta unos 45 minutos para llegar desde la ciudad de Tres Arroyos. A la hora del almuerzo o la cena los visitantes ponen rumbo a la rotisería La Casa de los Abuelos, donde Cachi y Oscar Videla ofrecen unas pastas memorables. La Cantina del Club está abierta de lunes a lunes mediodía y noche y ofrece un menú variado, pero entre lo más suculento se recomienda su variedad de milanesas. Al fin, en el Parador 72, se disfruta de sándwiches y minutas.
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Tomarse un fin de semana en Copetonas es vivir al máximo la ruralidad, donde la hora de la siesta es sagrada y, en otoño, la noche llega temprano. Hay dos posibilidades para alojarse en el mismo pueblo: el Hospedaje Copetonas, unos departamentos equipados con calefacción, agua caliente y todo lo necesario para pasarla bien y el Complejo de Cabañas Copetonas, 6 cabañas con todas las comodidades. Finalmente, sólo en algunos períodos del año, está accesible la Estancia San Joaquín, a pocos km del centro.
Hay muchas actividades para hacer durante el día como visitar el antiguo Bar de Lera, un almacén de Ramos Generales que conserva su espíritu de época, donde tomarse una grapita o comprar alguna cosa que uno haya olvidado o alguno de los productos del Instituto Almafuerte, que fabrica encurtidos envasados.
Como sucede muchas veces, la mejor forma de conocer el pueblo y sus alrededores es a caballo. Por esa razón siempre hay algún paisano dispuesto que ofrece su tropilla mansa para disfrutar de una perspectiva diferente. Para el que no es tan campero también se pueden alquilar bicicletas.
[Foto: Santiago Gering]
A 14 km del pueblo está Lincalel, muy pequeño y pintoresco con sus 30 habitantes. Allí desde hace poco tiempo se está desarrollando el proyecto Granja La Estación, donde tiempo atrás se detenía el tren. En el lugar venden productos frescos como hortalizas y verduras orgánicas entre otros que uno puede elegir para llevarse a casa. También alguna empanadita para el camino.
De regreso al pueblo está el Museo Regional y Centro Cultural, donde se puede ver una muestra de elementos rurales y curiosos de la historia y la vida cotidiana del pueblo, además de una muestra arqueológica. En el Museo el mate es protagonista, reflejando el espíritu arraigado de la tradicional Fiesta del Mate y la Torta Frita, que se realizan cada año en el mes de octubre.
Pero sin dudas los más inquietos van a disfrutar mucho de la propuesta que se plantea alrededor del río y sus corrientes. En la llamada Cueva del Tigre, sobre el río, funciona un balneario rústico donde en esta época se puede ir a pasar la tarde, disfrutar del sol y tomarse unos amargos. La Casacada Cifuentes es el salto de agua más alto de toda la Provincia de Buenos Aires sobre el Quequén Salado. La caída supo ser parte de una represa que abastecía de electricidad a los pueblos Copetonas y Oriente,
Otro paseo es hasta la Usina Hidroeléctrica y la fábrica de cal El Milagro, hoy abandonadas y en ruinas. Un lugar diferente para tomar algunas de las mejores fotografías de la zona.