Miramar limita al norte con los partidos de General Pueyrredón y Balcarce, al oeste con Lobería y al sur se abraza con el Mar Argentino. Con sus 1600 km2 y poco más de 35000 habitantes, la ciudad despliega su vasto tapiz de campos fértiles y costas que se disuelven en el océano. Desde la imponente Capital Federal, una cinta de asfalto –la Ruta Provincial Nº 2– conecta este edén con el bullicio de la gran ciudad a tan solo 450 kilómetros de distancia. Mar del Plata, por su parte, se encuentra a un suspiro, unos 45 kilómetros por la Ruta Provincial Nº 11.
Esta jota costera nació del sueño visionario de José María Dupuy y su cuñado Fortunato de la Plaza en la década de 1880. Inspirados en las nobles trazas de La Plata y evocando al prestigioso Mira Mar de Austria, concibieron un balneario que pronto sería la piedra angular del nuevo Partido, fundado en 1891. Desde entonces, el espíritu de Miramar ha crecido y evolucionado, esculpiendo su identidad en cada rincón, desde el Hotel Argentino hasta la llegada del primer ferrocarril en 1911 a los elegantes hoteles spa y edificios de departamentos que ostenta en la actualidad.
La ciudad, con sus plazas y monumentos, narra las epopeyas de quienes moldearon esta tierra. El Paseo de los Artesanos en la Plaza de las Artes, el Anfiteatro “Lolita Torres” que resplandece con el brillo de talentos locales, y el Skate Park que desafía a los vientos con acrobacias audaces, son solo algunas de las actividades que caracterizan a esta urbe marítima como un ideal para toda la familia. En algún sitio durante todo el año se practica surf, cabalgatas, caminatas por la costa, paseos por el bosque encantado, recorridos por las ferias artesanales o el centro.
En la Plaza Cívica “Malvinas Argentinas”, los bustos de varios próceres observan como centinelas del pasado, mientras la Virgen del Rosario de San Nicolás y el Cenotafio a los Caídos en Malvinas nos recuerdan la fortaleza y la fe que la caracterizan. Cada monumento en la ciudad es un poema de piedra y bronce. El “Monumento a los Niños”, con su simplicidad conmovedora, el Monumento a los primeros Inmigrantes, en homenaje a los primeros pobladores y el “Monumento a la Libertad”, que saluda a quienes llegan por la RP Nº 11, son testigos mudos de la historia que aquí se vive y se respira. Destacan también las tres esculturas corpóreas “M” Familia, símbolo de la comunidad, y “El Hombre y el Mar”, un homenaje eterno a la inseparable relación entre la humanidad y el océano que besa estas costas.
Hay varios circuitos para elegir.
Para los espíritus que buscan conectar con lo más profundo, el “Bosque Energético” es un lugar donde la naturaleza susurra secretos en el viento, un rincón místico dentro del Bosque Vivero Dunícola “Florentino Ameghino”, que invita a perderse entre su espesura de árboles centenarios. Para quienes prefieren el arte al aire libre, el Parque de la Bienal Internacional de Arte ofrece un recorrido único, donde más de 130 murales y esculturas emergen como un diálogo constante entre la creatividad humana y el paisaje natural.
La increíble orla marina se debate entre el viento y la espuma. Algunos de los balnearios atienden durante todo el año e invitan a disfrutar del paisaje, mientras que en el centro se siente el aroma del café y el chocolate, que ha sabido ganarse más de un premio internacional.