*Por Paola Zabala
Desde que tengo memoria, me conmueven las historias de niños, niñas y adolescentes que sufren en silencio. Desde mi profesión de consultora psicológica -directora de Comunidad Anti Bullying Argentina, he escuchado relatos de chicos que fueron excluidos, humillados, invisibilizados. Jóvenes que, en su búsqueda de aceptación, terminaron atrapados en dinámicas que los lastimaron. Y, cada vez que los escucho, no puedo evitar preguntarme: ¿dónde estábamos los adultos cuando esto pasaba?
La miniserie “Adolescencia” de Netflix visibiliza con crudeza la dolorosa travesía de un chico de 13 años acusado de asesinar a una compañera de clases y también desnuda, con inquietante claridad, el alarmante desconocimiento que tenemos los adultos sobre los peligros que enfrentan las nuevas generaciones en la era digital. En un mundo donde las redes sociales son una extensión del ser, los chicos están luchando batallas invisibles que, muchas veces, no sabemos cómo abordar.
El reputado psicólogo social estadounidense Jonathan Haidt en su libro “La generación ansiosa” desarrolla una importante investigación y explora acerca del incremento en la tasa de problemas de salud mental que afecta a las nuevas generaciones, y el uso de redes sociales a edades cada vez más tempranas. El autor expone una crítica contundente sobre cómo la exposición excesiva de los jóvenes a las redes sociales ha exacerbado los casos de ansiedad, depresión, suicidios y autolesiones. En su análisis, destaca que “los adolescentes ahora están expuestos a una constante comparación social y a un flujo ininterrumpido de validación externa, lo que altera de manera directa su sentido de autoestima y los predispone a vivir en un estado constante de ansiedad y angustia”. Este fenómeno es aún más grave cuando, como adultos, no comprendemos plenamente las implicancias de esta nueva realidad, como sucede con los padres de Jamie Miller. La serie de Netflix, aunque sin ofrecer una salida clara, deja entrever cuan necesario es que tomemos conciencia de esta problemática y el pasaje a la acción. Lo que “La generación ansiosa” y “Adolescencia” ponen en evidencia es que la crisis emocional de los adolescentes no es una consecuencia inevitable del mundo moderno, sino el resultado de decisiones sociales, tecnológicas y educativas que aún pueden ser revisadas. El desafío radica en cómo transformar ese diagnóstico en acciones que devuelvan a los jóvenes la estabilidad y el bienestar que tanto necesitan.
Hoy, más que nunca, la educación digital debe ser una prioridad compartida entre padres, docentes y profesionales de la salud. Nos corresponde educar a los jóvenes sobre los riesgos inherentes al uso indiscriminado de las tecnologías, pero también debemos ofrecerles herramientas para que puedan protegerse y navegar este mundo con responsabilidad. Esta educación debe ir más allá de una simple charla sobre "lo que está bien" o "lo que está mal". Se trata de una educación profunda sobre la identidad digital, el respeto, la privacidad, el consentimiento y las consecuencias de las decisiones tomadas en el mundo virtual.
Otra temática planteada es la proliferación de ideologías peligrosas como la del movimiento de los incels,(acrónimo de “involuntary celibate”) que se refleja en la noción de la "red pill" (píldora roja) y en la teoría de que el 80% de las mujeres están disponibles solo para el 20% de los hombres más atractivos o poderosos, mientras que los demás hombres, considerados “los perdedores”, quedan al margen. Esta teoría alimenta una mentalidad equívoca que fomenta el resentimiento y la violencia hacia las mujeres, además de promover una visión distorsionada sobre las relaciones interpersonales y el valor propio.
En un mundo dominado por las pantallas y la inmediatez digital, el mayor riesgo que enfrentamos no es solo la exposición de nuestros chicos a la tecnología, sino nuestra propia desconexión de su mundo emocional. Cuando ignoramos sus silencios, cuando desestimamos sus preocupaciones no expresadas, estamos perdiendo la oportunidad de guiarlos antes de que el daño sea irreversible.
Hoy más que nunca, es imprescindible reflexionar sobre nuestra capacidad de estar presentes, no solo en cuerpo, sino en esencia, en la vida de nuestros chicos. No basta con supervisar su rutina o establecer límites en el uso de dispositivos. La verdadera presencia implica escuchar sin juzgar, comprender sin minimizar y acompañar sin invadir.
Si logramos construir un puente de confianza, si les proporcionamos herramientas emocionales sólidas y fomentamos valores como el respeto, la autoestima y el consentimiento, les estaremos dando la oportunidad de desarrollar relaciones más sanas, tanto en el mundo físico como en el virtual.
El tiempo no espera. La pregunta que debemos hacernos como acompañar y cuidar a los chicos en el mundo digital. El cambio comienza ahora, y la decisión es nuestra.
*Directora Comunidad Anti Bullying Argentina