Declaró Norberto Liwski: "Vengo a defender la justicia en el marco de la actual democracia”
En una nueva audiencia del juicio por los crímenes cometidos en la Brigada de Investigaciones de San Justo el pasado 19 de septiembre dio testimonio ante los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de La Plata, Nelson Jarazo, Pablo Vega y Alejandro Esmoris, el médico y educador Norberto Liwski. Fueron casi cuatro horas en las que relató su secuestro, cautiverio y torturas, sufridas por él como así también por sus compañeros y describió a los torturadores, sus apodos y nombres reales. Revivió diálogos con genocidas de distintas jerarquías y fundamentalmente puso en contexto la persecución sufrida desde el punto de vista social, político y comunitario. Más allá de los datos concretos de los hechos sucedidos en la Brigada y hasta su liberación como preso político en 1982, Liwski fue contundente en analizar los objetivos de la dictadura genocida.
“La Brigada de San Justo ha tenido el propósito, particularmente en La Matanza, de dañar el tejido social organizado, de crear un clima de terror allí donde predominó la organización, la solidaridad, la vocación política de ese pueblo en oposición al golpe. El secuestro y la desaparición, las torturas, la vinculación con el Plan Cóndor, la apropiación de niños representa un conjunto de situaciones que además de tener víctimas directas ha afectado a un pueblo en su conjunto, porque ha querido romper sus lazos más profundos de solidaridad, de encuentro, que no lo ha logrado porque se recompuso con el tiempo”, expresó Liwski casi al final de su relato.
Norberto Liwski tiene hoy 72 años y una trayectoria de defensa de los derechos humanos que se remonta a su juventud. Sus primeros pasos fueron a los 16 años cuando se acercó al peronismo, luego acompañando figuras como la de Raimundo Ongaro en la CGT de los Argentinos. Tuvo militancia en la agrupación 1ero de Mayo del movimiento de trabajadores municipales de Morón. Y más tarde, luego de la muerte de Perón, adhirió a las posiciones del PCR por su actitud antigolpista.
Desde principios de los años 70 Norberto fue parte de una experiencia de organizaciones sociales y vecinales de mucha potencia en la que familias sin techo promovieron una gigantesca movilización para conquistar el derecho a una vivienda digna. En ese camino, se construyó una vigorosa organización democrática de los vecinos, con delegados por monoblock y una junta vecinal de alta representatividad. Entre ellas, la que se dio en el Complejo de Vivienda N° 17 de Crovara y Camino de Cintura, en La Matanza.
“Confluyeron varios movimientos desde los años 60 en el conurbano y en el sur de Buenos Aires. En las villas va creciendo un fuerte movimiento de familias sin techo que advierten que sus derechos son burlados. A ellos se les suma el Movimiento de Salud Comunitaria del que era parte muy activamente, con una fuerte relación con los primeros curas villeros, entre ellos Mujica, y el Movimiento de Educación Popular de Paulo Freye”, contextualizó Liwski ante la audiencia.
“La militancia política era parte esencial del comportamiento ciudadano mas allá de las responsabilidades como padre o trabajador. Estaba concentrada en la denuncia de las violaciones a los derechos humanos y cubría fundamentalmente estar al lado de los que tenían menos voz para expresar las violaciones a las que eran objeto”, expresó para dejar en claro sus postura política e ideológica que mantiene desde entonces. “Estoy acá como querellante, pero también lo es como militante político que vengo a defender la justicia en el marco de la actual democracia”, dijo, contundente, el testigo.
Fue secuestrado la noche del 5 de abril de 1978 cuando llegaba a su casa luego de trabajar. Cuando pone la llave en el cerrojo, desde adentro abren violentamente la puerta. Eran 9 o 10 personas intentando reducirlo. Forcejea tratando de evitar su captura y recibe cuatro balazos en sus piernas. Lo esposan, le vendan los ojos con un pedazo de una manta de una de sus hijas y se lo llevan en el piso de un Ford Falcon. A por lo menos tres de sus secuestradores se los encontraría luego en la sala de torturas. En ese momento, la única preocupación de Norberto era la seguridad de su esposa de ese momento, Hilda Ereñú y de sus dos pequeñas hijas.
Reconoce todo el camino desde su casa hasta la Brigada, pasando por la Escuela de Policía en dirección Oeste, entran por Ramos Mejía, rodean la fábrica Crysler (hoy la UNLM) y se dirigen al centro de San Justo. Al ingresar escucha el paso del auto sobre pedregullo, lo bajan y lo llevan directamente a la sala de torturas. Escucha muchas voces, pero destaca una que provenía de su derecha. “Le voy a hablar de colega a colega. Usted está muy mal herido. Colabore porque no está en condiciones de resistir”, le dijo quien luego identificara como el médico de policía Jorge Héctor Vidal. La respuesta de Norberto fue escupirlo.
De su izquierda otra voz se le presenta como “El Coronel” que le dice “Nosotros de usted Liwski sabemos todo y desde hace mucho tiempo. Lo vamos a torturar porque usted no entendió que en esta dictadura no hay lugar para la oposición. No nos preocupa que no use armas. Nos preocupa que use la cabeza”, le dijo y a continuación trajo a su compañero en el centro de salud y amigo muy querido, el médico Francisco García Fernández, que había sido secuestrado también ese día. “Dele algún consejo a su amigo antes de que empiece la tortura”, le dijo el Coronel a “Paco”. Por respuesta se escuchó: “Que haga lo que la conciencia le dice”. Norberto entendió el guiño. Ninguno hablaría, nunca. Luego de eso “El Coronel” le dio una trompada a Norberto y se retiró. Quedó Vidal supervisando el tormento.
Las sesiones continuaron diariamente. Uno de los secuestradores y que participaba en la tortura era quien se hacía llamar “Tiburón”. Un día, la máquina de picana no funcionaba, entonces dio la orden: “Pasenle en directo”. La flexión del cuerpo al recibir la descarga de 220 voltios le subluxó tres vértebras, que le quedaron dañadas de por vida. Mientras tanto, los toturadores bromeaban entre ellos. “Van a saltar los tapones”, decían entre risas. Años después, en 1985, Liwski vio a “Tiburón” en la televisión ya que era uno de los jefes de Drogas Peligrosas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Era José Antonio Raffo, el Jefe de la Brigada.
[Los abogados querellantes. Delante las imagenes de históricos luchadores: Chicha Mariani, Nilda Eloy, Jorge Julio Lóéz y Adriana Calvo. Foto: El Teclado]
Había un personaje que se hacía llamar “Víbora”, visitaba regularmente las celdas y participaba de las sesiones. También era uno de la patota que lo secuestró. Como muchos detenidos, Norberto se las ingeniaba para verlos moviéndose el tabique. Luego lo identificó. Era el policía Rubén Alfredo Boan, uno de los guardias más violentos y agresivos de la Brigada. En una oportunidad, Liwski escucha una charla en la que Boan le pregunta a Vidal: “¿Hasta cuánto puede resistir un torturado?”. El médico daba la explicación “científica”. “¿Desde qué peso se puede aplicar tortura?”, insiste “Víbora”. “Desde los 25 kilos”, asegura el policía médico. Ese era el peso de la hija de Norberto. “La próxima sesión va a ser con tu hija al lado. La tenemos acá con la madre”, le dice Boan. Los tormentos tomaban formas inimaginables, entre ellos el psicológico. Hilda Ereñú efectivamente estaba secuestrada en la Brigada. Las niñas quedaron con su abuela materna.
También advirtió allí a otro de los secuestradores, puntualmente quien le disparó en las piernas en el palier de su departamento. Tenía el cabello dorado, ojos claros y una cara angelical. Siempre estaba vestido de civil. Era Ricardo Juan García, alias "Rubio" o "Boggy", que estuvo un año prófugo desde que le dictaron la orden de captura y fue detenido en marzo de 2013. También mencionó a uno de los represores de la Brigada que llamaban “King Kong”.
Otra vez se hace presente un jefe del Ejército, quien se identifica como integrante del G2 de Inteligencia, para tomarle una declaración. “Yo solo declaro ante un juez de la Nación, esto es ilegal”, le dijo Norberto, tirado en el piso y con su cuerpo destrozado. “Lo que no ha entendido es que usted está desaparecido. Esto es un pozo en la tierra al que solo podemos llegar nosotros. No está ni vivo ni muerto”, le explicó quien se presentó ante Liwski como el Capitán Gabriel Fernández. “Acá el único juez es Videla. El decide la vida y la muerte”, senteció el militar.
Norberto había tenido anteriormente fiebre tifoidea. En cautiverio, por las heridas y las condiciones de detención se le reactiva la enfermedad y un día volaba de temperatura. Fue el médico Vidal, con su chaqueta blanca, lo revisa y hace una receta de los medicamentos que debían suministrarle. Norberto la lee y allí descubre su nombre y apellido. En 1983, convocado por Chicha Mariani desde Abuelas de Plaza de Mayo, Liwski vuelve a tener noticias del policía médico. Es que Vidal estuvo involucrado en la apropiación de niños. Firmó los certificados falsos de nacimiento de María José Lavalle Lemos, nacida en cautiverio y apropiada por la cabo de la Brigada de San Justo, Teresa González; de Victoria Moyano Artigas, que nació en cautiverio y fue apropiada por el hermano del subcomisario, Oscar Penna; y también el de Paula Logares, secuestrada con sus padres y apropiada por el subcomisario Rubén Lavallén. Norberto compartió cautiverio con Claudio Logares, y supo que su esposa Mónica Grinspon estaba en una celda contigua.
En 1985 Liwski denunció a Vidal ante el Colegio de Médicos del Distrito 3 de Morón, donde ambos estaban matriculados, por su participación en las torturas y por la apropiación de niños. La misma institución que en 1978, durante su cautiverio ilegal, por presiones del Ejército había anulado su título de médico a través de una “Acta secreta”. Ante la denuncia, el Tribunal de Ética accede a juzgar el comportamiento de Vidal, entre otras cosas porque ya estaba en curso la causa judicial N° 44, conocida como “Camps 1”, donde Vidal ya estaba siendo investigado por apropiación de niños. Tras 6 meses, encontró probada su participación y lo sancionó, medida que fue ratificada por el Consejo Superior de Colegios Médicos. El de Morón fue el primer Colegio de Médicos de la Argentina en tomar una decisión de esta naturaleza. “¿Con qué libros se educó esta bestia, con saña y sin alma?”, se preguntó Norberto citando a León Gieco.
[Norberto Liwski respondiendo preguntas de los defensores de los genocidas. Foto: El Teclado]
El 1ero de junio de 1978 comenzaba el Mundial de Fútbol que los dictadores quisieron usar como pantalla ante la mirada internacional. Esa noche ponen en la celda grande junto con Liwski a Aureliano Araujo, Abel de León, Jorge Heumann, Raúl Petruch, Francisco García Fernández, todos integrantes de la Junta Vecinal, y dos personas que no conocían que se identifican como Rafael Chamorro y Juan Gonzalez que antes habían estado en el Pozo de Banfield. Los ataron a todos, los subieron a una camioneta acostados uno arriba del otro. Allí también había una mujer desaparecida. Ricardo García y otros represores los trasladaron hasta la Comisaría de Laferrere. Unos días después llegaron también las detenidas Amalia Marrón, Claudia Kohn y Graciela Gribo. Allí continuaron detenidos un tiempo más, siempre de manera ilegal.
Liwski estuvo privado ilegalmente de su libertad en el CCD que funcionó en la Brigada de Investigaciones de San Justo, desde el 5 de abril hasta el 1° de junio de 1978, momento en que fue trasladado a la Comisaría de Laferrere. El 18 de julio de ese año se publicó el decreto 1613 del Poder Ejecutivo en el que “blanquean” a una lista de detenidos, que fueron trasladados a distintas unidades penitenciarias y sometidos a “juicio” ante el Consejo de Guerra. En esa oportunidad, un militar de apellido Basilis le dijo: “Aquí usted será juzgado sin capucha y sin peluca”, intentando darle un viso de legalidad a un proceso naturalmente ilegal. Luego se declararon incompetentes y la causa de Norberto, como de otros, pasó a la Justicia Federal.
En su caso actuó el Juez Ansoategui y el fiscal Julio Strassera. Permaneció detenido como preso político en la Unidad Penitenciaria de Villa Devoto, más tarde a la Unidad Carcelaria N° 9 de La Plata. Finalmente recuperó su libertad en el año 1982.
Se le exhibió el álbum de fotos que obra en el expediente y pudo reconocer tres represores: Boan, al médico Vidal y García. “Este juicio tiene el valor de que los responsables de los crímenes tengan la sanción que la ley indica. También para las víctimas directas e indirectas significa un camino reparatorio, pero lo es fundamentalmente para un pueblo entero de casi dos millones de personas, que tienen que saber que ese lugar que fue un lugar del terror, del que se podía entrar y no salir, está siendo juzgado”, reflexionó Norberto ante la atenta audiencia.
“Los que podemos contarlo tenemos el deber de hacerlo por los que no pudieron, por cada uno de los desparecidos que no volvieron y honrar su memoria y pedir justicia en su nombre”, cerró Liwski. [El Teclado]