“Siempre buscamos justicia y no venganza”, expresó la hija de Ricardo Chidichimo
Busco y no encuentro.
Busco en el olor a café con leche recién hecho.
Busco en la sonrisa de su hija que no es más que la suya.
Busco en los rincones del recuerdo que resisten al olvido,
olvido feroz que acecha a este mundo, ciego y cansado.
Busco verdades de otros porque las mías no las tengo.
Poema que Florencia escribió para su papá, su mamá y su abuela
Este miércoles se desarrolló en La Plata una nueva audiencia en el juicio oral por los crímenes cometidos en la Brigada de Investigaciones de San Justo, en la que dieron testimonio dos sobrevivientes y la hija de un detenido desaparecido. En el proceso se juzgan 19 genocidas por los crímenes cometidos contra 84 víctimas.
Florencia Chidichimo esperó 42 años para dar testimonio por la desaparición de su padre. La noche anterior se quedó sin voz, una disfonía que hace que el comienzo de su relato sea trabajoso. “Después lo voy a ver en terapia, espero que me puedan escuchar”, reflexionó ante la audiencia. Sin embargo, en el transcurso de su declaración la voz lentamente se aclaró y durante mas de una hora contó el secuestro y la búsqueda de padre, y su vida conviviendo con la desaparición.
Ricardo Chidichimo tenía 27 años y era meteorólogo. La noche del 20 de noviembre del 1976 junto a su esposa Cristina del Río dejaron a Florencia, de 8 meses, en la casa de la abuela para ir a una fiesta de casamiento. Recién habían regresado a su hogar en Ramos Mejía a eso de las 4 de la madrugada cuando una patota irrumpió rompiendo la puerta. Separaron a la pareja en habitaciones distintas, aunque los golpearon igualmente. Se llevaron a Ricardo. A Cristina deciden dejarla. “Mirame, porque soy el que te salvé”, le dijo uno de los secuestradores antes de irse. Cristina esperó un rato antes de salir a la calle, descalza, a pedir ayuda. Se habían robado varias cosas de la casa a la que dejaron destruida. Pero le dejaron dinero para que se tome un colectivo en el que fue a lo de su hermana. Nunca más volvió a ver a su esposo. Nunca más volvieron a vivir en esa casa.
Ricardo y Cristina militaban en la Juventud Trabajadora Peronista de La Matanza y se integraron a Montoneros. Al quedar embarazada de Florencia, deciden que Cristina se dedique a la crianza de la niña y Ricardo continúe dentro de la organización. Ricardo fue parte de la creación del Partido Auténtico en La Matanza, la rama política de Montones, junto con Jorge Congett, José Reynaldo Rizzo, Héctor Galeano y Ricardo Lafleur, entre otros. También estaba Diego Guelar.
A partir de allí comenzaron la búsqueda. Cristina, de su esposo y Nélida Fiordeliza de Chidichimo de su hijo. Cristina se integró a la Liga por los Derechos del Hombre y "Quita”, como le decían sus amigos, se integró a Madres de Plaza de Mayo. Recorrieron regimientos, iglesias, hospitales y presentaron Habeas Corpus, todos con resultado negativo. Durante 1977 la Iglesia de la Santa Cruz que pertenecía a la Comunidad Pasionista, abrió las puertas de la congregación para recibir a las Madres de Plaza de Mayo y familiares de desaparecidos que allí se reunían. Ambas participaban de ese grupo que tuvo en su seno a un infiltrado de la dictadura: el mismísimo Alfredo Astiz, que haciéndose pasar por hermano de un desaparecido, se hacía llamar Gustavo Niño y obtenía información de las mujeres.
[Quita Chidichimo, en el recuerdo de su compañeras de Madres de Plaza de Mayo. Foto: Web]
Florencia recordó, con escozor, que siendo una pequeña estuvo en brazos del genocida y que su madre comenzó a sospechar de él. Unos meses antes del secuestro de las madres a la salida de una misa en la que juntaban fondos para pagar una solicitada, Astiz le dijo: “¿Tu marido estaba en la joda, no?”. Esa fue la primera luz de alerta que se encendió para ella. Sus sospechas se confirmaron el 8 de diciembre de 1977 cuando fueron secuestradas las Madres Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco, la monja francesa Alice Domon, y los militantes Ángela Auad, Gabriel Horane, Raquel Bulit y Patricia Oviedo.
“Quita” se salvó de milagro. Se había quedado hablando con el cura y vió como se los llevan subiéndolos a autos, y al retrasarse, sobrevivió. El plan se completó con el secuestro de Remo Berardo, el de José Luis Fondevilla junto a Horacio Elbert, el de sor Leonie Duquet en su capilla de Ramos Mejía y dos días después, el día en que finalmente se publicó la solicitada en el diario La Nación, el de Azucena Villaflor, líder natural de las Madres, a quien secuestraon en la Avenida Mitre de Sarandí, su barrio.
Durante años “Quita” recibió amenazas. En una oportunidad le pintaron en el frente de la casa con aerosol rojo “M.T.”, por Madre Terrorista; le llenaron el jardín con papeles y también en mayo de 1981 recibió amenazas telefónicas en las que le decían “Dejate de joder porque vas a terminar en el río”. A pesar de todo, “Quita” declaró varias veces, y en especial en el juicio por los crímenes cometidos en la ESMA. “Misión cumplida, me dijo mi abuela luego de declarar. Y a los seis meses se murió”, relató Florencia
“Es muy difícil buscar a alguien que está desaparecido. Buscábamos por todos lados en dónde se podía. Pero siempre buscamos justicia y no venganza”, dijo Florencia y contó que en esa búsqueda fue conociendo gente que le ayudó a reconstruir su historia. Entre ellas, la sobreviviente Nilda Eloy. Ella fue la última persona que vio a Ricardo con vida en cautiverio.
En 2011 se encontró con Nilda en la Comisión Provincial por la Memoria, y le contó que compartió cautiverio en el CCD “El Infierno” (la Brigada de Investigaciones de Lanús, con asiento en Avellaneda), con Ricardo y otros 10 detenidos que venían trasladados desde la Brigada de Investigaciones de San Justo, entre ellos Congett, Galeano, Rizzo. También dio cuenta de ellos el sobreviviente Horacio Matoso.
Nilda le contó que a pesar de que las celdas eran pequeñas, oscuras y con una puerta de metal con una ranura, allí había una pequeñísima ventanita por la que apenas se podía ver el cielo. Ricardo les daba el parte meteorológico. “Él estaba afuera, su cabeza estaba afuera del calabozo y nos sacaba a todos del Infierno por un rato”, rememoró Florencia sobre las palabras de Nilda, con su poca voz entrecortada por las lágrimas y la emoción. “El encuentro con Nilda fue muy nutritivo, muy amoroso y muy tremendo, pero ella me cuidó mucho”.
Florencia, al igual que muchos de sobrevivientes y familiares que ya declararon, pidió a los jueces que la Brigada de San Justo pase a ser un lugar de la Memoria.
“Nilda me dijo que ese lugar era de destino final. Fue la primera vez que sentí de cerca la muerte de mi papá. A nosotros la figura del desaparecido nos ha servido para motorizar la búsqueda y la lucha. No es lo mismo buscar un muerto que un desaparecido, aunque supiéramos en lo más profundo de nosotros que era así. Es perverso porque quien dijo eso fue Videla. Es importante empezar a decir que fueron secuestrados, torturados y asesinados. Para los argentinos la connotación de los desaparecidos es otra cosa”, reflexionó la hija de Chidichimo. “Fue luchar con el fantasma del que no está en ningún lado”.
Florencia describió que durante años sufrió de miedos nocturnos y no podía dormir. Ya durante la adolescencia se tuvo que enfrentar a explicar que su padre estaba desaparecido. Eran los 90 y “había que vivir siendo la otredad, el otro o la otra diferente, el silencio de no poder decir que había sido Montonero. Era peligroso”, describió.
Florencia terminó su testimonio con una petición al Tribunal, en la misma línea que muchos de los sobrevivientes y familiares que ya declararon. “Estaría bueno que la Brigada de San Justo pase a ser un lugar de la Memoria. El lugar está rodeado de colegios, y si a mí se me olvidan cosas a 42 años y que soy la hija, es necesario que haya un espacio de reflexión sobre lo que pasó”, para luego agregar: “Espero que este Tribunal nos ayude en la búsqueda de la justicia, porque golpeamos muchas puertas en este poder judicial y muchas estuvieron cerradas, y esta es la primera vez que me puedo sentar a hablar sobre el secuestro, desaparición, tortura y homicidio de mi padre”.
Recordó que como actriz protagonizó una obra de teatro sobre la vida de otra Madre de Plaza de Mayo, Josefina García De Noia, más conocida como “Pepa” de Noia. Pepa fue la primera madre en llegar a la Plaza de Mayo el 30 de abril de 1977 para dar vuelta a la pirámide en la primera ronda de las madres. Florencia dijo al Tribunal: “Este testimonio para mí es para las próximas flores”.
[EL TESTIMONIO DE PATRICIA CONGETT]
Patricia es la hija de Jorge Luis Congett, un empleado de la municipalidad de La Matanza que formaba parte de Montoneros y del Partido Auténtico. Lo secuestraron de su casa en Villa Luzuriaga, La Matanza, en la madrugada del 20 de noviembre de 1976, el mismo día del secuestro de Chidichimo, con quien era compañero de militancia. Patricia cumplía 18 años al día siguiente. Escucharon las frenadas de los autos y un grupo de 12 personas de civil entraron a la casa, los separaron y los interrogaron.
[Patricia dio testimonio por la desaparición de su padre, Jorge Congett. Foto El Teclado]
Contó la mujer que unos eran muy violentos y soeces, y otros trataban de calmarlas. Su hermanita menor les preguntaba por qué hacían eso y uno de los secuestradores la agarró en brazos y le dijo si quería irse con él. Luego se llevaron a su padre en el baúl de una coupé Chevy negra. Afuera había más vehículos. Nunca más lo volvieron a ver.
Al cumplirse un año del golpe de Estado, el 24 de marzo de 1977 una patota de 10 personas volvió a su casa de madrugada, tiraron abajo la puerta y apuntándolos con armas, le preguntaron a su madre, Ester Muiños de Congett, por su marido. “Se lo llevaron en noviembre”, contestó la mujer, atónita ya que hacía meses que su marido estaba desaparecido. Revisaron todo y como en otros operativos, robaron lo que encontraron, entre otras cosas tres sueldos que su madre guardaba allí. Al retirarse, les advirtieron estaban siendo vigiladas.
Patricia cursaba el quinto año del secundario en la Escuela Normal de San Justo, que estaba pegada a la Brigada. En el colegio venían notando mucho más control, incluso con un infiltrado, que luego supieron que era de la policía, trabajando de preceptor. De hecho, hay 7 estudiantes desaparecidos de esa institución educativa. Por ésto es que Patricia conocía algunos rostros de quienes integraron la patota que fue dos veces a su casa.
A los pocos días, a través del cuñado de una compañera del colegio, Miguel Ángel Cristóbal, que era policía, tuvieron la información que su padre estuvo detenido en la Brigada de San Justo. Años más tarde, lo pudieron confirmar por declaraciones de sobrevivientes, entre ellos, Nilda Eloy y Horacio Matoso, que compartieron cautiverio en “El Infierno”.
Entre los que integraban el grupo de tareas que irrumpió en su casa, había un hombre rubio, de pelo largo, de menos de 30 años, justamente quien que esa noche agarró a su pequeña hermana en brazos. Además, otras caras le resultaron familiares de haberlas visto en la zona del colegio y la Brigada.
Le mostraron el álbum fotográfico para ver si reconocía a alguno de los que fueron a su casa, tanto en noviembre del 76 como en marzo de 1977, y la testigo reconoció a dos de los imputados en este juicio. Señalo la foto de Héctor Horacio Carrera, como uno de los que las amenazaban durante el secuestro de su padre. También identificó a Ricardo Juan García, como la persona rubia que participó del secuestro y tuvo a su hermana en brazos y que también participó en el segundo allanamiento. Su identificación fue tan clara y contundente, que lo reconoció en dos fotos, como la misma persona aunque con diferencia de edad.
Al final de su declaración, Patricia lanzó un mensaje para los imputados, a sabiendas que no la estaban escuchando, ya que el tribunal les concedió el beneficio de no presenciar las audiencias, ni siquiera a través de videoconferencia. Últimamente sólo el imputado Juan María Torino se acerca hasta Comodoro Py a escuchar los testimonios.
No obstante, Congett expresó: “Esta gente que participó por lo menos podrían manifestar al final de su vida qué hicieron con los cuerpos de los que no están, para poder llevarle una flor a mi padre y cerrar un ciclo. Sé que hay gente que ya tiene prisión perpetua. Nosotros llevamos casi dos perpetuas buscando a mi viejo. Qué bueno sería que alguno se levante algún día y diga dónde están los cuerpos y le mejore la vida a mucha gente. Me gustaría poder decírselo a los imputados a los ojos”, expresó ante las pantallas vacías.
[EL TESTIMONIO DE OSCAR SOLIS]
También declaró Oscar Solís, que fue secuestrado junto a su hermano Alberto el 17 de diciembre de 1976 y permaneció en cautiverio en el CCD “El Infierno” hasta el 23 de ese mes cuando fueron liberados cerca de un arroyo en Villa Domínico. En esa semana fue torturado, perdió 7 kilos y estuvo hacinado en una celda de 2 por 1 mt. junto a ocho personas más.
[El sobreviviente Oscar Solís. Foto: El Teclado]
Recordó que compartió cautiverio con José Rizzo, que era delegado de la fábrica CEGELEC de La Tablada. Contó que Rizzo era un hombre corpulento que pesaba cerca de 120 kilos. “Cuando yo lo ví, pesaba la mitad”, describió el testigo. También estuvo con Rubén Ramos, delegado de la fábrica ESEX de San Martín, y con Luis Jaramillo, de la fábrica de termotanques SAIAR. Además escuchó a Nilda Eloy en la celda contigua.
Contó que a nunca le sacaron su documento de identidad, por lo que sus compañeros intuían que él iba a ser liberado. “Vos seguro que salís. Avisale a mi familia”, le decía Rizzo, promesa que fue cumplida por su padre ni bien los hermanos Solís regresaron a su casa.
El debate está a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de La Plata, integrado por los jueces Nelson Jarazo, Pablo Vega y Alejandro Esmoris y se desarrolla todos los miércoles en la sala del primer piso del edificio ubicado en las calles 8 y 50 de La Plata. Las audiencias son públicas y se puede ingresar a escucharlas simplemente presentando documento de identidad. [El Teclado]