Caminan ilusionados y con el pecho inflado y un improvisado “10” en la espalda, la noticia es tan irreal que conmueve, Diego Maradona aceptó el desafió y la gente de Gimnasia,  ya lo adoptó como propio. La tensa calma de los días previos solo necesitaba una ratificación oficial que nadie se animaba arriesgar.

Ya esta, Diego dijo “si” se repetía por redes sociales, pero el hincha, al que mataron mil veces con falsas ilusiones, solo iba a creerlo cuando lo vea caminar (lento) por los pasillos del Bosque, llenando de mística y magia a un plantel desgastado por las críticas.

“Gimnasia necesita un milagro para quedarse en primera y solo nos puede salvar D10S” se escucho a Pedro Troglio, desde Honduras, decir lo que muchos pensamos. Y así fue, primera charla, convencimiento, entusiasmo y a la cancha.

Y ahí salió, con “la sonrisa de pibe y el martillo en el garguero”, porque Diego, antes de aceptar el desafío, disparó a la vereda de enfrente, como para marcar territorio y anticipar lo que se viene. Puso la pelota debajo de su brazo y camino hacia la mitad de la cancha.

La Plata fue Nápoles por un par de horas, las banderas no eran celestes sino azules y blancas y la ilusión, siempre será la misma. Nadie habla del descenso ni de lo mal que juega este equipo, el hincha, se olvida que el tobogán tiene un destino inexorable.

Diego decidió escribir un capitulo de su vida en La Plata, entre sus tilos y diagonales, peleando a la “yunta de enfrente” y desafiando su propio destino. Y con el mismo vértigo que usaba cuando gambeteaba rivales, se fue a descansar, entre abrazos y calor popular, sabiendo que los “francotiradores” lo están esperando, para la crítica despiadada y feroz, porque siempre fue así.

Record de socios, aluvión de empresas interesadas en Gimnasia, futuras giras por el exterior, aviones y hoteles 5 estrellas completan el combo, que incluye a “La Claudia”, Dalma, Giannina, Rocio, Morla, Burlando, Bragarnik, los nuevos hijos no reconocidos que pasean por la TV, el “botón de Tapia”, la Tota desde el cielo y un sinfín de lágrimas de Diego, que son el desahogo de un destierro que tardó 24 años en cicatrizar.

Y paso el Lunes y llegó el Martes, y apareció por Abasto, “Gordo, cara de galleta, caminando medio chueco” se llevó todas las miradas, los pibitos del club haciendo fila para una “selfie” y él, más Maradona que nunca, encendió el inflador anímico para intentar lograr, lo que a esta altura parece, el desafió mas improbable de su carrera, dejar a Gimnasia en Primera División. [El Teclado]