El futbol vive de la histeria de los resultados, el cielo o el infierno en tan solo 90 minutos. Aquella noche en Quito, los tres goles de Messi, el desahogo de Sampaoli y el pasaje a Rusia en el bolsillo, para que “todo pase” y se siga acumulando la mugre debajo de la alfombra.
“Cuando no estemos más, nos van a extrañar” dijo el Kun Agüero, tras la abrupta despedida del mundial de Rusia, al que no le faltaron condimentos, peleas internas, entre dirigentes, jugadores y el final esperado.
De ese “desaguisado”, eyecto un actor de reparto, de larga trayectoria en selección pero escasos pergaminos como DT, Lionel Sebastián Scaloni.
El joven inexperto supo capear el temporal, se aguantó los memes y las críticas, recibió el respaldo de una dirigencia desorientada y hoy encabeza un generación de futbolistas que llega con la vara muy alta y la misma necesidad de siempre, ganar, ganar y ganar, para que sea el fútbol, otra vez, el bálsamo que asiste a una sociedad plagada de frustraciones.
Ya no están Mascherano, Biglia, Romero, Higuain y aparecen nombres que ilusionan por su potencial, pero que lejos estan de igualar la trayectoria y prestigio de aquellos. Lautaro Martinez, Acuña, De Paul, Dybala o Leandro Paredes son el presente y representan el futuro, y la reciente gira por EE.UU, parece confirmar estas sensaciones.
El objetivo es Qatar 2022, pero la travesía no será un camino de rosas. [El Teclado]